Este blog está optimizado para una resolución de pantalla de 1152 x 864 px.

Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

11 de enero de 2011

Las cosas buenas



por Juan Luis Gallardo




Tomado de Las cosas







e gustan las fogatas; me gusta su fragancia
que en otoño llenaba los parques de mi infancia:

follajes derrotados de pinos y eucaliptos
poblando los senderos de incendios circunscriptos;

holocaustos sencillos, vegetal sacrificio,
para impetrar la gracia de un invierno propicio.

Y me gustan los trenes, los magníficos trenes
cuyo paso recuerdan nostálgicos andenes:

grandes locomotoras que animaba el carbón
en feliz singladura rumbo a Constitución.

Me gustan los jazmines, leves constelaciones
de estrellas diminutas en tapias y portones.

Me gustan las estrellas, titilantes jazmines
floridos en la altura de nocturnos jardines.

Y me gustan las telas, esos rústicos paños
que albergan en su trama perfume de rebaños.

También me gusta el mate, su pausado ritual
nacido en la llanura, circunspecto y formal,

El vino de Borgoña, rotundo y saludable;
el vinito patero, de espíritu mudable.

Y me gustan las armas, su mecanismo inerte
que acata los mandatos de la vida y la muerte

Me gustan los revólveres, las finas espingardas
y las nobles espadas, las picas y alabardas.

Me gusta la escopeta que acompasa la marcha
suspendida del hombro en mañana de escarcha.

Me gusta el horizonte, ese límpido trazo
que suelda cielo y suelo, limitando el ocaso.

Y me gusta el ocaso, me gusta aquel crisol
donde arden los metales agónicos de sol.

Agónicos metales de contorno celeste
que se van apagando allá por el oeste.

Y me gustan los nombres, los nombres musicales
que designan precisos los puntos cardinales:

cada esquina del mapa se sostiene segura
en las cuatro columnas de su nomenclatura.

Me gustan las aldabas y me gustan las brújulas.
Me gustan como suenan las palabras esdrújulas.

Y me gustan las cúpulas. Me gustan las clemátides,
los pájaros, las ánforas, las clásicas cariátides.

Me gustan las dalmáticas de púrpura, los trípticos,
la acústica de los túneles y los símbolos crípticos.

Me gustan los discretos postigos de madera
y las casas de barrio con patio y con higuera:

casas bajas con largos zagüanes y cancel
de vidrios con bordes cortados en bisel.

Y me gustan los patios con frescura de parras;
con malvones, rayuela, canarios y guitarras.

Me gustan las charangas de la Caballería
y comprar panes tibios en la panadería.

Me gustan los deportes violentos. El vestuario
después de los partidos: su ambiente solidario,

su olor a linimento y los doctos debates
que analizan jugadas cual si fueran combates.

Me gustan las campanas de modestas capillas.
Me gustan los cencerros que rigen las tropillas.

Me gustan los cigarros, opulentos habanos
donde habitan sabores de climas antillanos;

los cigarros negros y el pulido naval
de las pipas talladas en raíz de nogal.

Me gustan las gragatas, me gustan los veleros,
me gustan los sonoros vocablos marineros:

bauprés, obenque, jarcia, pañol, arboladura,
bitácora, mesana, barlovento y amura.

Me gustan las almendras, la nuez y la avellana
y me gustan los curas vestidos con sotana.

Me gustan los soldados que llevan uniforme.
Me gustan las fachadas con un escudo enorme.

Y me gustan los reyes que reinan como reyes,
sin ningún Parlamento que le imponga leyes.

Me gustan los molinos, me gustan los pasteles,
me gustan las arañas de cristal con caireles.

Me gustan las estatuas, los coches de carreras,
las casillas prolijas de los guardabarreras.

Me gustan los colores de los vitrales góticos
y me gustan los mapas de países exóticos.

Los mapas con sus nombre misteriosos: Uganda,
Yucatán, Dardanelos, Calcuta y Samarkanda.

Me gustan los maníes que venden en la calle
y los libros usados de la Plaza Lavalle.

Me gustan los estantes con tomos alineados
que muestran en el lomo sus títulos dorados.

Me gustan los sonetos, los gruesos diccionarios,
los cuentos de fantasmas y los antifonarios.

Me gustan los ex libris con leyendas distintas,
me gustan las imprentas y su mundo de tintas.

Me gustan las veletas, también los pararrayos;
los caballos lobunos, alazanes y bayos.

Me gu stan las espuelas, las monedas de plata,
los macizos de hortensias, los cofres de pirata.

Y me gustan las vigas labradas de quebracho,
me gustan las encinas, los fresnos, el lapacho.

Me gustan los bastones de malaca y de boj
los números romanos de algún viejo reloj.

Me gusta de la lluvia su redoble minúsculo,
me gustan las banderas bajando en el crepúsculo.

Me gustan mis amigos, mi Patria, mi mujer,
mis hijos, mi apellido, mi Dios y mi deber.

(Perdón por este verso tan poco intelectual,
sin
traumas, sin protesta, ni angustia existencial.)

0 comentarios: