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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

2 de febrero de 2011

La tragedia de la escuela católica







por Juan Manuel de Prada



Tomado de Fundación Burke










olegios católicos, cantera de líderes», rotulaba ayer este periódico un magnífico -y, acaso sin pretenderlo, estremecedor- reportaje de Blanca Torquemada en el que se desempolva la infancia y adolescencia de diversos dirigentes políticos españoles que estudiaron con curas y monjas.

En realidad, el rótulo que mejor hubiese casado con el reportaje hubiese sido: «Colegios católicos, cantera de líderes anticatólicos», a la vista del ganao que en él se concitaba; pero basta el eufemismo de «cantera de líderes» para designar la tragedia de la escuela católica, cuya razón de ser no es otra que la de erigirse en «cantera de discípulos»; y no del liberalismo, ni del socialismo, ni del feminismo, ni de cualquiera de los «ismos» o idolatrías políticas establecidas, sino discípulos de Cristo.

«Dejad que los niños se acerquen a mí», dice Jesús en cierto pasaje muy divulgado del Evangelio; pero cuando se comprueba que muchos niños que pasan por la escuela católica son quienes luego, de adultos, más se alejan de Cristo y más afanosamente trabajan para que otros también se alejen, uno empieza a considerar que tal vez la escuela católica debería empezar a aplicarse la admonición que hallamos en el mismo pasaje evangélico: «Al que escandalizare a uno de estos pequeños, más le valdría encajarse una rueda de molino y arrojarse al mar».

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1 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buena observación, estoy de acuerdo!
Un saludo en Cristo y María.