Julio Cesar Russo nació en Brindis en 1559. El nombre que había recibido en el bautismo suponía todo un programa. Cesar sería, a lo largo de su vida, un verdadero capitán de Dios, un caudillo de hombres, de un temple poco común, pero con la inteligencia de someter todas sus dotes naturales a las exigencias de la regla franciscana. En 1575, se convertía, en el convento de los Capuchinos de Verona, en el Hermano Lorenzo de Brindis.
Lorenzo era un predicador nato; los años de estudio en Padua hicieron de él un hombre de gran cultura, que empleaba con soltura el francés, el alemán, el griego, el siríaco y el hebreo. A partir de entonces se hallaba ya preparado para convertirse en uno de los constructores de la Reforma católica.
En un principio lo fue gracias a su predicación, que llevó a cabo por toda la Europa central. Se preocupaba menos de los razonamientos que de la fuerza vivificante de la palabra de Dios para ganar a los hombres para el Señor. Pero, además de predicador, era un promotor de la Cruzada. Hizo la campaña de Hungría contra los turcos, yendo al frente de las tropas con su crucifijo en la mano. Fue, finalmente, un diplomático apreciado por los papas y los soberanos.
Se encontraba en Lisboa, tratando con Felipe III la causa de los napolitanos vejados y oprimidos por el virrey Osuna, cuando le llegó la muerte. Era el 22 de julio de 1619. Había recorrido varias veces Europa predicando y consolando. Ya podía descansar el buen operario. Su cuerpo fue enterrado en Villafranca del Bierzo, en León, en el convento de las monjas franciscanas. Fue canonizado por el Papa León XIII el año 1881. Juan XXIII lo declaró Doctor de la Iglesia el año 1959.
Lorenzo era un predicador nato; los años de estudio en Padua hicieron de él un hombre de gran cultura, que empleaba con soltura el francés, el alemán, el griego, el siríaco y el hebreo. A partir de entonces se hallaba ya preparado para convertirse en uno de los constructores de la Reforma católica.
En un principio lo fue gracias a su predicación, que llevó a cabo por toda la Europa central. Se preocupaba menos de los razonamientos que de la fuerza vivificante de la palabra de Dios para ganar a los hombres para el Señor. Pero, además de predicador, era un promotor de la Cruzada. Hizo la campaña de Hungría contra los turcos, yendo al frente de las tropas con su crucifijo en la mano. Fue, finalmente, un diplomático apreciado por los papas y los soberanos.
Se encontraba en Lisboa, tratando con Felipe III la causa de los napolitanos vejados y oprimidos por el virrey Osuna, cuando le llegó la muerte. Era el 22 de julio de 1619. Había recorrido varias veces Europa predicando y consolando. Ya podía descansar el buen operario. Su cuerpo fue enterrado en Villafranca del Bierzo, en León, en el convento de las monjas franciscanas. Fue canonizado por el Papa León XIII el año 1881. Juan XXIII lo declaró Doctor de la Iglesia el año 1959.
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