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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

24 de julio de 2008

Sobre la Autoridad (2)


EL PROGRESO SOCIAL POR MEDIO DE JESUCRISTO AUTORIDAD (2)


Señores:
Después de haber probado lo necesaria que es la autoridad para el Progreso social, hemos mostrado en Jesucristo Hombre Dios la fuente de toda autoridad en el cristianismo. Jesucristo, a constituirse en la Iglesia como autoridad permanente, produjo en toda autoridad una transformación radical que elevó el orden social entero: libró a la autoridad de los tres vicios que la minaban sordamente e impedían que se engrandeciese así misma, y consigo la obediencia de los pueblos y el Progreso de las sociedades:
· el primero consistía en la ausencia de lo divino;
· el segundo en la servidumbre de la conciencia producida por la dominación del hombre;
· el tercero en el egoísmo en el ejercicio del poder.
Jesucristo libró a la autoridad de esos tres vicios profundos; puso en ella lo divino constituyéndose a sí mismo en autoridad; emancipó la conciencia humana creando una soberanía de las almas que solo de él depende; y al egoísmo del poder sustituyó la abnegación en el ejercicio de ese mismo poder; en una palabra, creó una autoridad divina en su principio, espiritual en su dominio, toda de abnegación en su fin, y de ese modo transformó la autoridad y elevó el orden social.
He ahí lo que hizo en favor del Progreso social la autoridad de Jesucristo constituida en la Iglesia. Y ¿qué ha hecho con respecto a esa autoridad la sociedad moderna? Ha tomado en presencia de ella tres actitudes diversamente funestas para el Progreso social de las naciones cristianas: la de la indiferencia, la de la rivalidad, la del odio.
Jesucristo tratado como extraño por los gobiernos, Jesucristo tratado como rival por los mismos gobiernos, y Jesucristo tratado como enemigo por los ingobernables: he ahí lo que yo llamo tres errores, tres calamidades sociales que quise rechazar lejos de nosotros en mi último discurso. La conclusión de este no pudo ocultárselos; pues es que la autoridad de Jesucristo constituida en la Iglesia no debe ser considerada por las sociedades modernas como extraña, ni menos como rival, ni menos aun como enemiga, y que todo el orden social debe sostenerse, elevarse y engrandecerse en Jesucristo y por medio de Jesucristo Soberana Autoridad.

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