Un lector del blog, el Sr Aldo H. Delorenzi, me envió un e-mail, adjuntándole un discurso de un sacerdote francés del siglo XIX.
Dicho texto versa sobre la Autoridad.
Debo confesar que su extensión me acobardó un poco.
Pero al comenzar a leerlo no pude parar de hacerlo.
¡Qué clarividencia!
Casi diría profético.
Lo publicaré en dos partes, tal cual me los mandaron.
Se los recomiendo con todo énfasis.
Y hago público mi agradecimiento al Sr. Delorenzi, por compartir este texto conmigo y los lectores del blog.
Reproduzco tambien su mail, que tiene algunos datos biográficos del autor.
El mundo, y la Argentina, andan al garete. Entender lo que plantea el artículo es la solución.
Algunos comentarios al márgen son míos, como así también las negritas y resaltados.
"Querido Cruzamante, primero felicitarlo por el nivel del blog, muy bueno el artículo del genetista francés, muy bueno, ya lo difundí inclusive entre mis hijos.
Aquí le mando este escrito del 1858 sobre la Autoridad en la sociedad desde la aceptación de Cristo Rey. Es actualísimo para el tiempo que vivimos con estos gobernantes paganos y egoístas. Espero le guste y pueda publicarlo.
Esta extractado de los discursos del Padre Félix , sacerdote Jesuita Francés del siglo XIX. ( 1860) que ya le comenté, del ciclo de conferencias dados en Notre Dame , Paris durante 1858-1860 con una convocatoria extraordinaria para la época.
También si quiere le mando la parte II que también es buenísima.
Atte Aldo H Delorenzi"
La autoridad es la primera condición del Progreso social; ella crea el orden por medio de la estabilidad, el movimiento por medio de la libertad, y mediante una y otra la facultad de producir; de ese modo da a la sociedad creada por ella misma estos tres grandes atributos: belleza, grandeza y poderío.
Ahora bien; mientras que la autoridad es lo más necesario que hay para el Progreso social, resulta que la autoridad es también lo que está más comprometido en nuestro siglo. Todo el movimiento que se apellida moderno bajo cualquier aspecto que se le contemple, es una agresión siempre creciente contra la autoridad: el protestantismo, atentado contra la autoridad de la Iglesia; al racionalismo, ateísmo contra la autoridad de Jesucristo; la demagogia, atentado contra la autoridad de los reyes; el socialismo, atentado contra la autoridad de los propietarios: tal es la corriente que arrastra a las sociedades modernas a la destrucción de toda autoridad.
Esa agresión bajo el nombre de Progreso no ha preparado hasta aquí sino nuestra decadencia; en nuestros días ha tomado proporciones que amenazan a todas las sociedades de Europa con un trastorno inaudito; y abre ante nosotros abismos cuya profundidad apenas se atreve uno a medir.
Nada, pues, importa más que hacer ver dónde reside hoy la fuerza moral capaz de servir de salvaguardia al mismo tiempo que a toda legítima autoridad, a nuestro progreso social.
La autoridad es la fuente del Progreso; ¿mas dónde se halla la fuente de la autoridad? ¿Quién la crea en el mundo tal cual debe existir para el Progreso de las sociedades?
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