por el Dr. Antonio Caponetto
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Comentando los Mandamientos, Santo Tomás llega al octavo y nos explica que se puede mentir de tres modos diversos: acusando falsamente, acudiendo a testigos mentirosos y sentenciando injustamente mediante jueces inequitativos. Mienten los detractores que arrebatan el buen nombre, los que los escuchan complacientemente, los aduladores y murmuradores que se hacen eco de los embustes propagándolos por doquier, item susurratores, agrega el Aquinate, que es decir también los chismosos, a quienes maldice la Escritura porque "turban a muchos que viven en paz" (Eccli 28,15).
Abundando en ciencia y en prudencia, el Santo Doctor considera cuatro motivos por los cuales ha de ser reprobada toda patraña. Porque nos asemeja al demonio -mentiroso y padre de la mentira-, porque trae la perdición para el alma, porque desprestigia la fama y la honra, y porque hace imposible la vida social, ya que si los hombres no se dicen la verdad recíprocamente, la concordia entre ellos desaparece, y con ella la causa formal del orden comunitario.
Valga el introito para inteligir y evaluar el tema central que aquí presentamos. Porque la llamada cuestión de los desaparecidos no es sino una redonda y escandalosa impostura, a la que se le aplican todas y cada una de las atinadas observaciones de Santo Tomás.
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