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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

27 de septiembre de 2008

La Edad Media


por H. Belloc


He dicho en el capítulo anterior que la Edad Oscura puede compararse a un largo sueño de Europa; un letargo que se inicia en la fatiga de la vieja sociedad, en el siglo V, y que termina en la primavera y surgimiento de los siglos XI y XII. La metáfora, por supuesto, es muy simple, porque ese sueño fué un sueño de guerra, y durante esos siglos, Europa se encontraba manteniendo desesperadamente sus posiciones contra el ataque de todas aquellas fuerzas que deseaban destruirlas: el Islam, ardiente y refinado, por el Sud; los bárbaros paganos analfabetos, por el Este y por el Norte. De todos modos, Europa fué relevada o despertada de su sueño.
He dicho que tres grandes fuerzas, humanamente hablando, operaron el milagro: la personalidad de San Gregorio VII, la breve aparición -debida a un feliz accidente- del Estado normando, y finalmente, las Cruzadas.

Los normandos de la Historia, los verdaderos normandos franceses que conocemos, se agitan en el panorama histórico una generación después del año 1000. San Gregorio fué de esa misma generación. Cuando se inició el esfuerzo normando, era un joven; murió, después de realizar una gran obra, en 1085. Y en la medida en que puede hacerlo un hombre solo, él, el heredero de Cluny, rehizo a Europa. Inmediatamente después de su muerte se oyó hablar de las Cruzadas. De estos tres hechos procede el vigor de una Europa joven, fresca y renovada.

Mucho más pudiera añadirse. Esa época fué iluminada y clarificada por la constante carga caballeresca contra el musulmán. El Asia fué rechazada de los Pirineos, y a través de los pasos de los Pirineos cabalgaron siempre los grandes aventureros cristianos. Los vascos -un pueblo pequeño y extraño- fueron el corazón de la reconquista, pero el valle del torrente de Aragón fué su canal. La vida de San Gregorio es contemporánea de la vida del Cid Campeador. Y en el mismo año de la muerte de San Gregorio, Toledo, el sagrado centro de España, fue arrancada de manos de los mahometanos y de sus aliados los judíos, y conservada firmemente. Todo el sud de Europa vivió espada en mano.

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