La imagen es de Vladimir Soloviev
por D.P.F.R.(a) Maestro Gelimer
Tomado de su Blog Libro de Horas y hora de libros
....Recuerdos
Una tarde de primavera el aristócrata andujareño D. Alfonso de Lara y Gil nos recibió en su finca de “Capellanías”: éramos unos cuantos jóvenes, aburridos de la cantinela universitaria, del discurso decadente, insufrible, nauseabundo de la modernidad. Han pasado unos años, muchos años, después de aquella visita. D. Alfonso había estado encuadrado en el Requeté. Alto y noble como un roble, por sus venas corría sangre de D. Juan Manuel Orti y Lara.
D. Alfonso nos recibió con su hidalga cortesía, dándonos hospitalidad bajo su techo. En las conversaciones que sosteníamos por la noche nos habló allí por vez primera de Berniof, citándonos un pensamiento que removió nuestras entrañas: “la vida humana no se comprende fuera de sus relaciones divinas, ni la Historia fuera de la Teología, o el tiempo fuera de la Eternidad.”
D. Alfonso, que pasó a mejor vida hace años, terminó diciéndonos al hilo de esta cita de Berniof: “Lo mismo que decía Berniof cabe decir de la vida política, ésta jamás será inteligible ni practicable al margen de toda consideración religiosa, proclamándose por principios ateos o laicos. Soloviev lo desarrolló magistralmente.”
Mucho ha llovido desde entonces. Éramos prácticamente unos jóvenes. Admirábamos de D. Alfonso sus hazañas guerreras en la Guerra de Liberación Nacional de 1936-1939, pero él guardaba silencio sobre aquella gesta. Permanecíamos atentos a la lección del maestro D. Alfonso de Lara y Gil, Doctor en Derecho y Filosofía. Una lección que no tuvimos que pagar en tasas universitarias, una lección de la que no conservamos ningún inútil diploma que colgar en la pared. Una lección indeleble de profundidad teológica, filosófica e histórica. Y recuerdo con nostalgia aquellos días de estudio, al margen de toda regulación y homologación académica. En los tiempos modernos, los mejores maestros siempre estuvieron fuera de la Universidad. La tarde la pasábamos leyendo y paseando, y por la noche, tras la cena, rezábamos el Santo Rosario. Y después, no mirábamos el reloj cuando se trataba de conversar al amor de la lumbre. Por las mañanas, levantándonos temprano, ofrecíamos las obras del día a la Santa Madre de Dios, desayunábamos como espartanos y caminábamos hacia la antigua ermita, erigida en la vasta finca de encinares y arroyuelos; en aquella ermita era tradición que había estado Fray Diego José de Cádiz predicando, uno de los primeros contrarrevolucionarios españoles.
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