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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

11 de octubre de 2008

11 de Octubre, Festividad de la Maternidad de la Santísima Vírgen



Entre los dogmas marianos, ninguno tan inculcado y tan venerado por la Liturgia sagrada como el de la Maternidad de la Bienaventurada Virgen María, por ser el principal y la raíz de todas las prerrogativas que la distinguen y la encumbran sobre las demás criaturas. Pero, como «de María numquam satis», ha querido la Iglesia afirmarlo aún con mayor explicitud y dejar un monumento vivo del XVº Centenario del Concilio efesino, en que los Padres, reunidos en la ciudad mariana por excelencia, bajo la presidencia de San Cirilo de Alejandría, legado al efecto del Papa San Celestino, anatematizaron al patriarca Nestorio y definieron la divina Maternidad de la Virgen María, proclamándola Teotócos, Deípara o Madre de Dios, por ser Madre de Cristo, el cual es Dios al par que hombre.
De donde resulta para la Virgen Madre «una dignidad casi infinita» (S. Tomás), pudiéndola llamar de algún modo los Santos Padres como el complemento de la Trinidad, su instrumento y cooperadora en la magna obra de la Encarnación y de la Redención. Pero, al ser María Madre del Hijo de Dios por naturaleza, es también Madre de los hijos de Dios por adopción y por gracia. Este aspecto tenía menor relieve en la Liturgia; de ahí que ahora insista en él la Iglesia, por ser uno de los mayores consuelos que caben al hombre huérfano y pecador. María es Madre de todos los cristianos en el orden sobrenatural, por serlo de Cristo, el cual se declaró a boca llena nuestro hermano mayor, dispuesto a compartir su herencia con nosotros y su divina filiación. Esto por su cooperación en nuestro rescate, y mejor que Eva merece se r llamada «Madre de todos los vivientes». Eslo también por su amor y maternal solicitud, y finalmente, a titulo de donación, por habérsela dado Jesús agonizante al Discípulo amado, y en él a todos los señalados con el sello de Cristo. «Celebremos, pues, con regocijo la Maternidad de la bienaventurada Virgen María» (Invitatorio). ¡Oh María! monstra te esse Matrem y muéstrense los redimidos hijos tuyos carísimos, hijos dignos de tan santa y excelsa Madre, para que merezcan disfrutar un día de tu vista y del calor de tu regazo.

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