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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

11 de octubre de 2008

DE RE ECONÓMICA, O FINANCISTA, POLITIQUEROS Y PRENSA SERIA



por el R.P. Leonardo Castellani

Tomado del blog de Cabildo

Cuenta Rudentius que Marco Polo —que descubrió el Oriente— tuvo una famosa entrevista con el Khan Abdar, un sultanejo desconocido de Pechikén, un reino situado entre Singapur y Bengala: la cual puso por escrito.
Como vio enseguida el viajero veneciano, el pequeño reino estaba muy atrasado en comercio, aunque muy adelantado en arte. Vivía prácticamente de la copia de manuscritos del Vedanta, ricamente miniaturizados por artistas que traían de China y del Japón: la misma hija del Rey, la princesa Betharis, era una notable calígrafa y miniaturista. Eran además habilísimos en burilar joyas.
En el reino de Pechikén regía todavía el viejo uso del trueque. La gente iba al “bazaar” y cambiaba los productos que les sobraban por los que necesitaban. Esto era muy engorroso (¡oh, los largos viajes desde la montaña sagrada a la Capital, situada en el valle del río Rho!). Pero era sencillo: y uno de sus frutos era una sociabilidad admirable. La gente del reino prácticamente se conocía toda: los bribones eran fácilmente detectados, la gente honrada había construido sus defensas contra ellos, los cuales habían constituido una especie de bandas o partidos, organizados en orden a burlar la justicia. Pero los mismos jueces prevaricadores eran también conocidos.
El Rey pidió consejo a Marco Polo acerca del progreso de su país.
— Hay que hacer moneda, respondió el veneciano.
— ¿Qué es eso?
— ¿No venden en el bazaar grandes cargas de oro?
— Naturalmente, para los joyeros.
— Hay que comprarlo todo, y acuñarlo en piezas pequeñas de 10 adarmes; y declarar que cada pieza equivale a dos vacas o cuatro ovejas. ¿Ve Ud. lo que sucederá?
— No veo —dijo el Rey—. Lo que veo es que actualmente 10 adarmes de oro equivalen solamente a una vaca.
— ¡Yo veo! —exclamó el Ministro de Hacienda—. ¡Todo se simplificará maravillosamente! Actualmente nuestros millonarios poseen a lo más mil vacas, y eso requiere gran extensión de terreno, muchos peones, y muchos quebraderos de cabeza. Tener 500 piecitas de oro en un baúl será como tener mil vacas vivas. ¡Qué comodidad para comprar cosas en el mercado!
— ¿Y qué impedirá que cualquiera haga igual que yo, y gane una vaca por cada… ¿cómo llamas a eso? ¿moneda?
— Hay que grabar en cada piecita la cabeza del Rey y la inscripción “dos vacas”: y promulgar que a todo el que haga igual se le cortará la cabeza.
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