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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

2 de enero de 2009

El Pequeño mundo de Don Camilo (8)

Por Giovanni Guareschi

Capítulo 8

El Tesoro




LEGÓ a la casa parroquial el Flaco, un joven excombatiente de la resistencia que oficiaba de mensajero de Peppone cuando éste luchaba en los montes, y que ahora estaba empleado de mandadero en la Municipalidad. Traía una carta grande, de lujo, escrita a mano en letra gótica y con el membrete del partido.

Vuestra Señoría queda invitada a honrar con su presencia la ceremonia de proyecciones sociales que se desarrollará mañana a las 10 horas en la Plaza de la Libertad.
El Secretario del Comité, camarada Bottazzi Alcalde José.

Don Camilo encaró al Flaco.

–Dile al camarada Peppone alcalde José, que no tengo ningún deseo de ir a escuchar las acostumbradas pamplinas contra la reacción y los capitalistas. Las sé de memoria.

–No, – explicó el Flaco – no habrá discursos políticos. Será una ceremonia patriótica de proyecciones sociales. Si usted se niega a concurrir significa que no entiende nada de democracia.

Don Camilo meneó gravemente la cabeza.

–Si las cosas son así, no he dicho nada.

–Bien. Dice el jefe que vaya de uniforme y con todos los utensilios.

–¿Qué utensilios?

–Sí, el baldecito y el pincel; hay mucho que bendecir.

El Flaco hablaba de este modo a don Camilo precisamente porque el Flaco era un tipo que por su talla especial y agilidad diabólica, en la montaña podía pasar entre las balas sin recibir un rasguño. Así, cuando el grueso libro lanzado por don Camilo llegó donde estaba la cabeza del Flaco, este ya había saltado fuera de la rectoral y apretaba los pedales de su bicicleta.

Don Camilo se levantó, recogió el libro y fue a desahogarse con el Cristo del altar.

–Señor, – dijo – ¿será posible que no se pueda saber qué están tramando esos para mañana? Nunca vi cosa tan misteriosa. ¿Qué significarán todos estos preparativos? ¿Qué significan los ramos que están plantando en torno del prado entre la farmacia y la casa de los Baghetti? ¿Qué diablura estarán maquinando?

–Hijo, si fuese una diablura, en primer lugar no la harían a la vista de todos y, en segundo lugar, no te llamarían para la bendición. Ten paciencia hasta mañana.

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