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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

24 de enero de 2011

Concepción Católica de la Economía (6)





Por el R.P. Julio Meinvielle

Edición de los Cursos de Cultura Católica. Impreso por Francisco A. Colombo, 19 de septiembre de 1936.

Tomado de Stat Veritas










CAPITULO VI
ORDEN ECONOMICO - SOCIAL



asta aquí hemos estudiado la estructura interna de los diversos valores económicos (la producción de la tierra, la producción industrial con sus elementos de trabajo y capital, las finanzas, el consumo), y hemos esbozado la ordenación jerárquica de todos estos valores en el conjunto de la economía.

El consumo, decíamos, debe ser la medida próxima de la economía, es decir, todos los valores económicos deben tender y ordenarse hacia el consumo. Se ha de producir para el consumo; se ha de comerciar para asegurar un más abundante y equitativo consumo; se ha de emplear la moneda y su inversión en capital para el consumo. El consumo, a su vez, se medirá por las exigencias materiales del hombre, según la condición de cada uno; empleando las palabras del Doctor Angélico, diremos que el hombre debe buscar con medida la posesión de las riquezas exteriores en cuanto son necesarias a su vida según su condición social.

En resúmen, que la medida de todo es el hombre, así como el hombre está medido por Dios. Dios está en la cúspide de todo el orden humano: porque el hombre ha de alcanzarle en la caridad que culmina en la contemplación de los Santos. Pero para ello ha de ordenar toda la vida de sus operaciones internas por la práctica de las virtudes morales. En el orden de su espíritu, la medida del hombre es el Bien sin medida. Ha de tender a Dios con todo el corazón, con toda el alma, con toda su mente y con todas sus fuerzas. (Mc. XII, 30). En este orden, las perspectivas del progreso son infinitas, porque su espíritu tiende a Dios, que es el Bien Infinito.

Pero Dios que, por un designio de su misericordia, se ha constituido en la medida sin medida del hombre, no destruye el orden humano; al contrario, lo exige como un sustento que pueda soportar las infinitas proyecciones del Bien Divino. La Economía, pues, destinada a servir al hombre, guarda toda su realidad como un humilde instrumento que provee al hombre de su pan material para que esté así en condiciones de comer el pan espiritual.

Jerarquía admirable de valores que, al restituir cada realidad a su propia función, protege a las inferiores con el apoyo de las superiores.

En cambio, la economía moderna que invierte todos los valores económicos y humanos, haciendo del lucro infinito el objeto propio de la economía y de toda la vida humana, destruye al hombre y a la economía, después de haber lesionado los sagrados derechos de Dios. Creo haberlo demostrado en les capítulos que preceden.
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