por el R.P. José María Iraburu
Tomado de su blog Reforma o apostasía
l caso Pavarotti, 2007. La grandiosa catedral de Módena, una de las joyas más preciosas del románico en Europa, en el corazón de la Emilia-Romaña, pocas veces durante sus nueve siglos de existencia se ha visto invadida y rodeada por muchedumbres tan numerosas, unas 50.000 personas, como las que acudieron a ella, encabezadas por una turba de políticos, artistas y periodistas, con ocasión de los funerales de Luciano Pavarotti.
Nacido en Módena, en 1935, fue unos de los más prestigiosos tenores de ópera de su tiempo. Casado con Adua Vereni, de la que tuvo tres hijas, se divorció de ella después de treinta y cuatro años, en 2002, y en 2003, a los sesenta y ocho años de edad, se unió en ceremonia civil con Nicoletta Mantovani, treinta años más joven, con la que convivía desde hacía once años y de la que tuvo una hija. Hubo de pagar por el “cambio", según la prensa, cifras enormes de dinero. Murió en el año 2007 y sus funerales, celebrados en la catedral de su ciudad natal por el Arzobispo de Módena y dieciocho sacerdotes, «fueron exequias propias de un rey». La señorita Mantovani ocupaba el lugar propio de la viuda, aunque también, más retirada, estaba presente la señora Vereni. El Coro Rossini, el canto del Ave Maria (soprano Kabaivanska), del Ave verum Corpus (tenor Bocelli), el sobrevuelo de una escuadrilla de la aviación militar, trazando con sus estelas la bandera italiana, fue todo para los asistentes una apoteosis de emociones. Pero quizá el momento más conmovedor fue cuando el señor Arzobispo leyó un mensaje escrito en nombre de Alice, la hija de cuatro años nacida de la Mantovani: «Papá, me has querido tanto», etc.
La abominación de la desolación instalada en el altar. El Código de Derecho Canónico manda que «se han de negar las exequias eclesiásticas, a no ser que antes de la muerte hubieran dado alguna señal de arrepentimiento […] a los pecadores manifiestos, a quienes no pueden concederse las exequias eclesiásticas sin escándalo público de los fieles» (c. 1184). Es verdad que, tal como están las cosas, muchos de los fieles cristianos, curados ya de espanto, no suelen escandalizarse por nada, tampoco por ceremonias litúrgicas como ésta, tan sumamente escandalosa. Pero es éste un signo muy malo.
El caso Martini, 2008. En sus Coloquios nocturnos en Jerusalén propugna «una Iglesia abierta» (edit. San Pablo, pg. 7, 168) frente a una Iglesia cerrada, obstinada en su enseñanzas y en sus normas. El señor Cardenal Carlo Maria Martini, jesuita, durante muchos años rector de la Universidad Gregoriana y después Arzobispo de Milán, ya jubilado, estima que habría que replantear en la doctrina católica varias cuestiones importantes:
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2 comentarios:
Y que opina usted del caso kirchner? Algo similar, solo que menos pomposo, pero igual de escandoloso... y así seguira hasta cuando Dios lo permita.
¡Oh Madre Santísima!, sostén el brazo justo de tu Glorioso Hijo Jesucristo, para que aun su Divina Justicia no recaiga sobre nosotros ni sobre nuestros hijos. Amén.
Y que opina Ud, anónimo de los Obispos que bendecían sitios donde se practicaban torturas y vegaciones (no hablo de cárceles bien constituidas en donde terroristas y delincuentes pasen sus años de condena). Tambien me parece escandaloso.
¡Oh Madre Santísima!, sostén el brazo justo de tu Glorioso Hijo Jesucristo, para que aun su Divina Justicia no recaiga sobre nosotros ni sobre nuestros hijos. Amén.
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