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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

24 de enero de 2011

Fumadores apestados








por Juan Manuel de Prada





Tomado de XLsemanal








onsumatum est. El tabaco ha sido desterrado de la vida social española; y nos han logrado convencer de que lo han hecho para proteger nuestra salud, después de bombardearnos con una propaganda desquiciada que hace del tabaco la mayor causa de mortandad de los países desarrollados. El infarto del fumador se atribuye siempre al tabaco, no importa que haya acaecido mientras ejecutaba ejercicios gilipollescos en un gimnasio. El cáncer de pulmón del fumador se atribuye siempre al tabaco, no importa que diariamente respire los tufos de gasolina requemada que expelen los automóviles. En su cruzada antitabaquista, han llegado a afirmar que los niños que crecen en hogares donde se fuma pueden desarrollar problemas de raquitismo. Probablemente, los divulgadores de infundios tan tremebundos crecieran -como yo mismo, como casi todo el mundo- en un hogar habitado por fumadores, sin quedarse raquíticos. Pero los apóstoles de la histeria ni siquiera se arredran cuando el sentido común y los datos puramente empíricos desmienten sus truculencias; su labor -a medio camino ante la del calumniador y la del seudoprofeta jeremías- consiste, sobre todo, en sembrar el pavor entre el público más crédulo o hipocondriaco. A la inmoralidad de nuestros gobernantes no le importa el sufrimiento del fumador; le importa conseguir, mediante la elocuencia sórdida de los números, que su sufrimiento deje de estimular la piedad del prójimo, para convertirse en motivo de segregación y repudio social.
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