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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

28 de enero de 2011

La era de la cristianofobia





por el R.P. Angel David Martín Rubio



Tomado de su sitio Desde mi campanario








unque el neologismo no sea muy original, recientemente se ha acuñado el término cristianofobia para referirse al odio hacia los cristianos y la religión católica en general, a la marginación de individuos y comunidades que se profesan fieles a Cristo. En cuanto ideología, parece haber tomado el relevo del viejo anticlericalismo para intentar someter a la Iglesia a las exigencias de la sociedad actual.


Sus manifestaciones pueden ser muy diversas, pero generalmente se concreta en una multitud de actitudes que pueden ser caracterizadas con palabras como acusación, burla, desconfianza, ocultación, ostracismo, sospecha… prácticas que, en su conjunto, consiguen confinar al cristianismo en una situación marginal.
Dicho sentimiento tiene algo de irracional, de enfermizo que va mucho más allá del conflicto que se encuentra incoado al establecerse la relación entre la obra redentora de Jesucristo y el mundo, destinatario último de una salvación que ―misterio de la libertad― no se impone de manera mecánica ni automática.


Naturaleza social del cristianismo

El cristianófobo se gesta en una sociedad que fue cristiana; viene a ser como el niño rebelde a quien sus padres no pudieron o no supieron educar. Es el fruto de una apostasía y de una infidelidad. Por eso, incluso quienes figuran en la nómina de la Iglesia oficial pueden ser cristianófobos, compartiendo sus principios y favoreciendo sus más diversas manifestaciones que van desde la desaparición de símbolos cristianos de la vida pública a la difusión de comportamientos opuestos a la moral cristiana; manifestaciones que tienen en común la imposición de una cultura secularizada que considera a Dios irrelevante.
Restringir la presencia pública del catolicismo o que sus creyentes se acostumbren a vivir en un ámbito cultural ajeno a sus propias referencias religiosas es un atentado a la propia naturaleza del cristianismo.


En sus orígenes, esta religión no solo supera el exclusivismo propio del judaísmo y de otras creencias sino que, al hacer de esta vida el escenario en que el hombre decide su suerte para toda la eternidad (el problema de la salvación), relativiza todo lo temporal al tiempo que le otorga una dimensión trascendente.
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