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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

7 de febrero de 2011

Las Distorsiones Históricas y los Caballeros Templarios





Texto correspondiente al Prólogo de Piers Paul Read al libro de Régine Pernoud ‘The templars: Knights of Christ’



Tomado de Biblia y Tradición




as distorsiones históricas son difíciles de enmendar. Un error en un compuesto químico o en el programa de vuelos de una aerolínea saltarían a la vista debido a una explosión o a una escala perdida, pero las malinterpretaciones del pasado pueden persistir por siglos, a pesar del trabajo afanoso de los historiadores, ya sea porque existen intereses y beneficios implícitos de estas distorsiones, por ejemplo, el punto de vista liberal de la historia, o debido a que esta versión causa mayor morbo.

Esto es particularmente cierto en el caso de los Caballeros del Templo de Salomón, los Templarios. La orden fue fundada a comienzos del siglo XII por un caballero de la región de Champaña, al este de Francia, llamado Hugo de Payens, quien cinco años después de la captura de Jerusalén, por la Primera Cruzada, realizó una peregrinación a Tierra Santa, con su señor feudal y homónimo, Hugo de Champaña. Viendo la necesidad de caballeros, quienes pudieran proteger a los peregrinos de los merodeadores musulmanes, pero también respondiendo a un llamado de Dios para consagrarse a la vida monástica, Hugo y seis compañeros formaron una comunidad híbrida de monjes-caballeros. Ellos tomaron votos de pobreza, castidad y obediencia, y siguieron una regla como cualquier orden religiosa, aunque permanecieron utilizando sus armas.

No todos los líderes de la iglesia de ese tiempo aprobaron la noción de una orden militar. San Bruno, el fundador de los Cartujos, tuvo grandes dudas acerca de la legitimidad moral de matar por Cristo. Sin embargo, Hugo de Payens encontró apoyo en uno de los campeones de la fe, y quien era uno de los líderes de la Iglesia de ese tiempo, San Bernardo de Claraval, quien no sólo aprobó el concepto sino que elaboró una estricta regla, muy parecida a la de su propia orden Cisterciense, la cual tenía la aprobación papal.

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