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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

26 de agosto de 2008

4to. Arquetipo: Santa Catalina de Siena


por el R.P. Alfredo Sáenz


Con temor y temblor nos aprestamos a esbozar la semblanza de esta Santa, tan encantadora como apabullante, de esta «allegra e festosa vergine», según garbosamente la denominó uno de sus contemporáneos. No son demasiado numerosas sus biografías. La principal se la debemos a fray Raimundo de Capua, una de las glorias de la Orden de Santo Domingo, «el padre de su alma», confidente y director espiritual suyo durante los seis últimos años de su vida. El libro que le dedicó se llama «Leyenda de Santa Catalina». La palabra «leyenda» no debe entenderse en el sentido que hoy le damos. –Leyenda, legenda, en latín– significa «lo que hay que leer sobre Catalina», como se llama «leyenda» el texto que figura al pie de un grabado.

Nació Catalina en Siena el 25 de marzo de 1347, en la casa de su padre, el tintorero Giacomo Benincasa. Su madre, Lapa di Puccio del Piagenti, era familiarmente llamada Monna Lapa. Como Catalina fue la vigésimocuarta y última hija de dicho matrimonio, doña Lapa la crió por sí misma, cosa que no tuvo tiempo de hacer con los demás hijos, dada la frecuencia de los partos. Era Catalina una niña vivaz y simpática, tan graciosa, que la llamaban Eufrosina, que es el nombre de una de las Gracias veneradas por losgriegos. Todos los vecinos la querían.

Poco sabemos de los primeros años de su vida. Nos cuenta su biógrafo que a los cinco o seis años tuvo una visión: encima de la iglesia de Santo Domingo, Cristo se le mostró en ornamentos pontificales, bendiciéndola en silencio, a la manera de un Obispo en su catedral. Tal fue su «visión inaugural», el preanuncio de una vocación especial en la Iglesia. Hizo entonces voto de virginidad, recluyéndose en la soledad y mortificando su cuerpo. Su madre no quería saber nada de este género de vida, de modo que cuando llegó a la adolescencia, no vaciló en buscarle un joven de excelente familia. En connivencia con Monna Lapa, su hermana trató de convencerla de que tenía que arreglarse un poco más, cuidar mejor su modo de vestir, etc. Catalina no se opuso, al punto de que un aire de mundanidad entibió su primera decisión. Pero ello duró poco.


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