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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

30 de agosto de 2008

¿Hacia dónde se encamina la humanidad? Epílogo de Historia sencilla de la filosofía


por Rafael Gambra

Érase un buitre que me picoteaba los pies. Estoy indefenso porque es muy poderoso y quería saltarme a la cara. Preferí sacrificarle los pies, que los tengo ya destrozados”. F. Kafka.

Señora mía, veo que no entendéis los tiempos presentes: lo hecho, hecho está, y procuradnos pues novedades porque sólo lo nuevo llama ya nuestra atención. J. W. Goethe (El Diablo, en Fausto).

La reacción vitalista y existencial con que se inició el siglo xx constituyó, sin duda, un importante paso hacia una visión coherente y verdadera del universo. El espiritualismo y el pensar metafísico que durante los últimos siglos se mantuvieron a la defensiva frente a los ataques del materialismo, del determinismo -de la orgullosa concepción racionalista en suma-, parecieron durante la primera mitad del xx tomar la ofensiva y penetrar resueltamente en el propio camino de las ciencias físico-naturales. Si a principios de siglo los filósofos se disculpaban de serlo y procuraban aparecer como científicos experimentales, a mediados del mismo los científicos tenían que ser filósofos y hacían culminar sus obras en un capítulo filosófico, a menudo espiritualista. La crisis del racionalismo positivista supuso la remoción de un gran obstáculo que se oponía a la búsqueda abierta y sincera de la verdad. Era como un cristalino colocado ante las inteligencias, que orientaba su acción en un sentido cuya radical inadecuación se puso de manifiesto.

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