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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

9 de septiembre de 2008

El escándalo de la niñez, hoy



por Sebastián Sánchez

Tomado de Revista Arbil

Los "Derechos del niño", tal como se gestionan y por quien se gestionan, son el nombre que hoy recibe el escándalo de la niñez. Estos derechos, emanación pura de los llamados Derechos Humanos, sufren también la sorprendente contradicción que marcara en su día Juan Pablo II, pues mientras más se los anuncia, más se los conculca. De hecho, son meras declamaciones que se repiten ad nauseam mientras se multiplica y se hace efectiva la continua legitimación de los atentados contra la vida.

El escándalo es el impulso de caer en el pecado, en la pérdida y ofensa de Dios. Y el que escandaliza se convierte por ello en tentador de su prójimo y atenta contra la virtud y el derecho. Hay, sin embargo, dos sentidos del escándalo: el primero, el de aquél que proviene del mismo Dios, de Cristo o de la Iglesia y que se origina en el rechazo culpable del amor salvífico por parte del mundo y en la voluntad rebelde de los hombres. Al respecto, dice santo Tomás que hay escándalo también cuando una persona honesta hace una buena acción que suscita la envidia pecaminosa del que está mal dispuesto. Dios mismo fue "piedra de obstáculo", por ejemplo, cuando se produjo el escándalo de los fariseos ante Cristo. Porque el fariseo odia la Verdad y sus epifanías temporales y desde el momento en que la reconoce se ocupa de destruirla invirtiendo todo, como con Jesús ante el Sanedrín: "la Escritura en su labios será blasfemia, la verdad será sacrilegio, los milagros serán obra de magia" (Leonardo Castellani: Cristo y los fariseos). Por eso se decreta su muerte que, para mayor escándalo farisaico, deviene en un nuevo 'obstáculo', el de la Cruz Redentora.

Sin embargo, aquí tomamos el segundo sentido del escándalo, esto es, el pecado que en sí mismo busca la ruina espiritual del prójimo. Es por ello el pecado de los pecados, directamente opuesto a la caridad, en tanto atenta contra la salvación eterna del otro.
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