"A los que quieran profundizar un día en el hecho indudable y admirable de la difusión y conservación de nuestra santa fe en las regiones colonizadas por la Madre España, tendrán que confesar que, para obtener tan gran fruto el Espíritu Santo inspiró a aquellos heroicos misioneros que con una mano enarbolasen la Santa Cruz y con la otra mostrasen a aquellos pueblos la imagen de Nuestra Señora, plantando allí profundamente aquel triple amor, que ha resistido a todos los huracanes: amor a la Eucarística, amor a la Madre de Dios y amor al Sumo Pontífice.
Imposible sería ni pergeñar siquiera, prescindiendo del dulcísimo Nombre de MARÍA, la historia de vuestro inmenso continente, cuya ruta encontró con gesto audaz la ruda proa de una nao que se llamaba precisamente “Santa María” y en su día consagrado a la Virgen del Pilar, cuya primer nombre, en la piadosa e ingenua lengua de sus descubridores, fue “Archipiélago del Mar de Nuestra SEÑORA”, y cuyas playas hollaron por primera vez aquellos esforzados campeones que bajo el hierro de las armas escondían un corazón, amante de su Madre celestial…
Porque ESPAÑA ha sido siempre, por antonomasia, la “Tierra” de MARÍA SANTÍSIMA” y no hay un momento de su historia, que no estén señalados con su nombre dulcísimo."
«iY tú, oh Zaragoza, no serás ya insigne por tu privilegiada posición.... lo serás por tu tradición cristiana.... lo serás, sobre todo, por esa Columna..., resultando así cimiento inquebrantable, inexpugnable valladar e insuperable ornamento, no sólo de una nación grande, sino también de una dilatada y gloriosa estirpe! "Yo he elegido y santificado esta casa -parece decir Ella desde su Pilar para que en ella sea invocado mi nombre y para morar en ella por siempre"; y toda la Hispanidad, representada ante la Capilla Angélica por sus airosas banderas, parece que le responde: "y nosotros te prometemos quedar de guardia aquí, para velar por tu honra, para serte siempre fieles y para incondicionalmente servirte"...»
« ... hijos amadísimos de toda España; prometedle vivir una vida de piedad cada día más intensa, más profunda y más sincera; prometedle velar por la pureza de las costumbres, que fueron siempre honor de vuestra gente; prometedle no abrir jamás vuestras puertas a ideas y a principios que, por triste experiencia, bien sabéis dónde conducen; prometedle no permitir que se resquebraje la solidez de vuestro alcázar familiar, puntal fundamental de toda sociedad; prometedle reprimir el deseo de goces inmoderados, la codicia de los bienes de este mundo, ponzoña capaz de destruir el organismo más robusto y mejor constituído; prometedle amar a vuestros hermanos, a todos vuestros hermanos, pero principalmente al humilde y al menesteroso, tantas veces ofendido por la ostentación del lujo y del placer.
Y Ella entonces seguirá siempre siendo vuestra especial protectora."
En octubre de 1958 fallecía Pío XII. Sin embargo, en ese mismo año el Papa había dado una proyección más universal a la devoción secular de Nuestra Señora del Pilar. Con motivo de la beatificación de la Madre Teresa Jornet, celebrada en el mes de abril, en el discurso pronunciado en tal ocasión llamó a la Virgen del Pilar «Reina de la Hispanidad».
Se trataba de una especie de sanción solemne y reconocimiento oficial de este título glorioso. Precisamente el mes anterior a este discurso, Su Santidad había concedido que la misa propia de la Virgen del Pilar, que hasta entonces sólo podía celebrarse dentro de los límites de la provincia eclesiástica de Zaragoza, se extendiera a todos los países del mundo hispánico, esto es, a toda España, a Hispanoamérica y a Filipinas.
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