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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

18 de abril de 2009

El Barón Rojo, el Caballero del Aire



por José Luis Orella



Tomado de Arbil


La caballerosidad dentro del horror de la guerra.

n los inicios de la aviación, el Barón Rojo se convirtió durante la primera guerra mundial en el piloto más famoso de la contienda y en el modelo de hombre que atrajo a muchos jóvenes a una pasión que siempre ha tenido el hombre desde el vuelo de Icaro, el volar y contemplar la Creación desde el cielo.
El barón Manfred von Richthofen, nacido el 2 de mayo de 1892 en Breslau, capital de Silesia, actualmente en Polonia, era el mayor de tres hermanos, cuyo origen venía desde que la baronía les fue concedida por Federico el Grande. Como joven aristócrata prusiano se educo para la carrera militar ejercitándose en multitud de deportes como la caza, la equitación y la natación. Ingresó en caballería donde llegó a ser teniente de lanceros. Su temeridad le hizo caer por poco prisionero de los rusos y cuando fue destinado al frente occidental le ocurrió lo mismo con los franceses, pero la caballería no tenía sitio en las trincheras y se ocupó de problemas de intendencia. Su espíritu rebelde se negó a seguir en un puesto burocrático y solicitó el traslado a un arma en período de formación como era el servicio del aire en mayo de 1915.
Manfred se convirtió en un gran observador del frente desde su avión, pero un encuentro con el as Oswald Boelcke, le decidió a pasar a ser piloto de caza. El capitán Boelcke fue el encargado de reorganizar un arma maltrecha, en un momento en que los alemanes habían perdido su iniciativa en el aire. Hasta entonces los aviones volaban solos y no había un mando único. Desde entonces, la aviación tuvo su jefe en el general Ernst von Hoeppner y los aviadores fueron agrupados en escuadrones o Jagdstaffeln de catorce aviones. Boelcke fue el jefe del nº 2 y forjó a sus hombre en el espíritu de equipo, no quería individualidades, la victoria del equipo era lo importante, no quien derribase al enemigo. von Richthofen fue su alumno predilecto, aunque no el mejor, al principio el examen de piloto lo aprobó a la tercera y no estaba considerado como uno de los mejores.
La enseñanza de su capitán le fue perfeccionando el estilo, Boelcke escribió unas normas de vuelo basadas en su experiencia, pero en octubre de 1916, con cuarenta victorias, el as murió en un accidente por colisión con otro avión. Richthofen tenía ocho derribos, pero entonces consiguió derribar en un duelo espectacular al comandante Lanoe Hawker, uno de los británicos más prestigiosos, condecorado con la Cruz Victoria. En enero de 1917, Manfred consiguió por su 16 victoria la deseada Pour le Merite más conocida como el Max azul. Este reconocimiento al as vivo con más victorias que les quedaba a los alemanes, le fue reconocido con el mando de su propia escuadrilla, la nº 11. Manfred aplicó a su hombres las enseñanzas en equipo de su profesor Boelcke y su escuadrilla fue la más famosa, aparte, Manfred mandó pintar su avión de un rojo que se veía a gran distancia, siendo desde entonces conocido, como el Barón rojo. Entre sus alumnos más aventajados resultaron Kurt Wolff y Karl Allmenröder, quienes consiguieron 33 y 30 victorias y la consabida Max azul.
1917 fue un año de combates intensos, el Barón rojo se convirtió en el as por antonomasia de los hombres del káiser y su derribo sería premiado por lo británicos con 5000 libras. Entretanto, Lothar von Richthofen, hermano menor del barón se integró en la escuadrilla, demostró también cualidades como su hermano, llegando a derribar 40 aviones al final de la guerra. En primavera, el Barón rojo tenía 45 victorias y la entrada en la guerra de Estados Unidos ocasionó una llegada masiva de aviadores norteamericanos. Además, su alto nivel había rebasado a todos los pilotos de la gran guerra y sus pilotos para guardarlo de las balas enemigas pintaron sus aviones de color rojo, aunque su hermano Lothar lo hizo de amarillo. Al Barón rojo le fue asignado una unidad mayor que controlaba 50 aviones, como ejemplo de sus hombres, el resto de las escuadrillas pintaron sus aparatos de los colores más llamativos siendo llamada la unidad el Circo volante. Sin embargo, el fin de los ases se aproximaba, el máximo héroe francés y aliado, Georges Guynemeyer fue abatido con 54 victorias, poco después lo era el alemán Werner Voss con 48, un excéntrico piloto que le gustaba ir bien vestido por si le capturaban, para poder gustar a las chicas de París. En la última ofensiva alemana, el Barón rojo consiguió su victoria 80, era el más calificado piloto de la guerra, pero en un combate, un piloto canadiense, en un acto fortuito consiguió matarlo, cayendo el alemán muerto en poder de la infantería australiana.
El Barón rojo fue enterrado con todos los honores al enemigo caído. A sus 26 años, este noble prusiano había firmado una de las páginas más brillantes del comienzo de la aviación.

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