Visto en Radio Cristiandad
— Monseñor, Usted es uno de los cuatro obispos consagrados por Monseñor Marcel Lefebvre el 30 de junio de 1988. Acaba de ser nombrado Visitador del Seminario de La Reja en reemplazo de Monseñor Williamson. Antes de hablar de su actual función, quisiéramos hacerle unas preguntas con respecto a los acontecimientos de las últimas semanas. El 21 de enero de 2009 el Vaticano publicó un decreto sobre las excomuniones del 1º de julio de 1988 sancionando las consagraciones episcopales realizadas por Monseñor Lefebvre. En una entrevista dada a “Nouvelles de Chrétienté” (N°115, enero/febrero de 2009) Monseñor Fellay decía, refiriéndose a las excomuniones de 1988: “Este decreto era nulo, ya que no hubo excomunión”. En su sermón del 15 de marzo de 2009, también Usted dijo: “Siempre hemos afirmado y siempre hemos mantenido que esas censuras eran absolutamente nulas, de hecho y de derecho”. ¿Por qué afirman la nulidad de las excomuniones declaradas por Juan Pablo II en 1988?
Siempre que hemos escrito a Roma, hemos tenido el cuidado de precisar que lo que pedíamos era la declaración de nulidad de las excomuniones o, de una forma un poco más aceptable para ellos, que se retirase el decreto de excomuniones precisamente porque estas excomuniones no existen. El acto de las consagraciones episcopales de 1988 por Monseñor Lefebvre fue un acto absolutamente necesario para la continuidad del sacerdocio católico, de la Tradición, de la fe católica y de la misma Iglesia. Fue un acto de supervivencia, de salvaguarda de la fe católica, y por lo tanto no es una falta que deba recibir ningún tipo de condenación o de censura. Fue un acto virtuoso y a mi modo de ver supremamente virtuoso por el bien de las almas y de la Santa Iglesia.
— ¿Si no hubo excomunión, no le parece contradictorio haber pedido a Roma hacer algo respecto al decreto?
Aparentemente contradictorio sí. En realidad no. Porque una cosa es la validez o no de las excomuniones, y otra cosa la impresión que tiene el resto de la iglesia y la opinión pública en general. Es evidente que recaía sobre nosotros un estigma a los ojos de toda la Iglesia, que era como una condenación de lo que representamos: la Tradición católica. Son dos aspectos distintos. El aspecto objetivo es que no había excomunión. El otro aspecto es el subjetivo, en el espíritu de la gente, y fue en orden a éste que se pidió se retirase el decreto.
— Como respuesta, Roma publicó el decreto del 21 de enero de 2009 en que no reconoce la nulidad de las excomuniones, sino que levanta la sanción. No es lo que había pedido la Fraternidad. Sin embargo Mons. Fellay hizo cantar un “Magnificat” para celebrar el hecho. Ud. mismo dijo en su sermón del 15 de marzo que “nos alegramos y agradecimos ese decreto”. ¿Por qué alegrarse, si no se cumplió con lo pedido?
Es indudable que el decreto tal como se hizo no responde ni a la verdad ni a la justicia, por lo tanto queda pendiente una rehabilitación de los obispos, incluidos Monseñor Lefebvre y Monseñor de Castro Mayer, y, en definitiva, una rehabilitación de todos los miembros de la Tradición. Pedimos que se retirase el decreto como un signo efectivo de buena voluntad y de cambio de actitud de Roma respecto a la Tradición y a nosotros. Por eso nos alegramos. Aunque el decreto no sea lo que debe ser, ya no se trata de persecución y de ruptura. También quita un obstáculo mayor para que las almas se puedan acercar a las riquezas de la tradición y a la verdadera fe.
— Monseñor, Ud. dijo en su sermón que había subido el número de fieles en el mundo después del decreto del 21 de enero.
Sí, efectivamente, después del Motu Proprio, hubo varios miles de sacerdotes que nos pidieron el DVD que enseña cómo rezar la Misa tradicional. También después de ese decreto ha habido mucha gente nueva que nos está contactando en nuestros prioratos y seminarios.
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Para leer la entrevista completa haga click sobre la imagen de Monseñor de Galarreta.
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