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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

5 de mayo de 2009

Prometeo desencadenado o la ideología moderna (4)






por el Dr. Enrique Díaz Araujo




Tomado de La Enciclopedia y el Enciclopedismo
Ediciones OIKOS, Buenos Aires, 1983







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l mismo afán geométrico libertario-igualitario es el que preside la visión iluminista del orden del derecho y la política. Aquí es Carlos Luis de Secondant de la Bréde, barón de Montesquieu, quien formulará el pensamiento ilustrado en el plano institucional.
Por cierto que antes John Locke, con su estudio "Sobre el gobierno civil", y Thomas Hobbes, con su "Leviathan", habían sentado las bases del constitucionalismo racionalista y liberal. El afán de la burguesía por frenar el poder monárquico y obtener esa cuota para sí promovió esas teorías, como la de Locke, de "frenos y contrapesos", de división del poder que exaltaban al individuo frente al Estado. Recogiendo esas enseñanzas, en 1721 Montesquieu publicó sus Cartas persas, en las que difunde el criticismo y naturalismo religioso que también Locke había expuesto. Y en 1748 edita su Espíritu de las leyes, con el fin de divulgar el modelo parlamentario inglés, prototipo universal de buen gobierno por su división de poderes, en Francia, donde reinaría el despotismo más irracional. "Las leyes —dirá en esta segunda obra—, en la significación más amplia, son las relaciones necesarias que se derivan de la naturaleza de las cosas". Siguiendo en este tema a los iusnaturalistas protestantes Puffendorf, Thomasius, Wolf, Grotius, etc. —que han desconectado al derecho natural de la ley divina—, él, a su vez, desprenderá al derecho positivo del derecho natural, por lo menos de aquel que se fundaba en la virtud de la justicia. El solo objetivo jurídico debe ser la validez, la racionalidad de las leyes.
En las Cartas persas había usado un método que se tuvo por ingenioso, el de los supuestos viajeros que critican irónicamente al estado social de Francia. No era una originalidad suya. Era procedimiento común entre los enciclopedistas: "los viajeros imaginarios que no habían salido nunca de su casa, descubrieron países maravillosos que avergonzaban a Europa". O, a la inversa, que criticaban a despotismos remotos: "¡Vergüenza al despotismo! A falta de poder atacarlo directamente, se desquitaban con la antigüedad... lanzando sus fulminaciones contra César, contra Augusto... Mejor todavía, se denostaba en el despotismo oriental el gobierno arbitrario... De ese despotismo asiático se podía decir todo lo malo que se quería sin correr riesgo"(59). Si se recuerda que el encargado de la censura era Malesherbes, simpatizante de la Ilustración, los riesgos no debían ser muy grandes. Por eso Montesquieu fue un poco más allá y metió a dos jóvenes persas a que se burlaran de las instituciones políticas y religiosas de Europa.

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