Tomado del Blog de Cabildo
UN CASO
e aquí una cuestión digna de meditarse sobre la que hemos hablado muchas veces pero en la que quizás convenga una vuelta de tuerca más.
En la revista dominical de “El País”, diario madrileño de izquierda, apareció recientemente (mi buen amigo ARP olvidó fechar el recorte enviado) un largo artículo (cinco páginas) sobre un nazi austríaco que vive en España y que se niega a renegar de su ideología. Hay que ver los trenos de indignada repulsión que emite el autor de la nota, otro austríaco pero bienpensante, es decir “políticamente correcto”. Que busca a su compatriota para filmar un reportaje pensado como testimonio de una raza feroz de carniceros a punto de extinguirse.“Me iba a encontrar a uno de esos hombres que marcaron un período triste de la historia de mi país… no recuerdo si fue su mirada fría o su sonrisa burlona lo que me impresionó… descubrí que con desfachatez intentaba aprovechar cámara y micrófono para hacer propaganda… en vez de moderar su discurso ante mi visible estupefacción, cargó más las tintas, subió el tono con intención de provocarme… (el paso que iba a dar) era un paso atrevido y sobre todo, políticamente hablando, extremadamente incorrecto… (mostrar) la psicología de un nazi convencido e inmune al arrepentimiento… su padre era católico y antisemita… (yo pretendía) describir los mecanismos psicológicos de alguien perdido en un mundo del que no sabe salir… estaba fascinado con ese mundo tan simple como terrorífico de la mente SS…”
El artículo de “El País” no informa mucho más. Pero yo quiero dejar libre paso a mi imaginación y suponer que ambos dialogaron en la siguiente forma:
Periodista: Usted es un nazi “convencido e inmune al arrepentimiento”.
Nazi: ¡De qué tendría que arrepentirme? Yo no maté a nadie. Los tribunales de desnazificación me condenaron a dos años de prisión, que cumplí, pero sólo por haber pertenecido a las SS.
Periodista: Pero ¿no entiende? Usted debe arrepentirse de haber sido nazi. Aunque Usted no haya cometido ningún crimen, los cometió el gobierno nazi al que sirvió.
Nazi: Espere un momento. ¿Usted quiere decir que la comisión de crímenes descalifica a un gobierno y obliga a arrepentirse de haberlo servido?
Periodista: Por cierto.
Nazi: Entonces Usted hace ya no un juicio moral (matar inocentes está mal) sino un juicio político (el gobierno que mata inocentes queda descalificado y descalifica a quienes lo sirven).
Periodista: Correcto.
Nazi: Oiga ¿y por qué esa conclusión se nos aplica tan sólo a los nazis?
Periodista: (nervioso) No importa, se aplique a quien se aplique la conclusión es justa.
Nazi: Será justa la conclusión, pero no su aplicación. Entre 1914 y 1945 (para poner límites amplios) TODOS los actores políticos (comunistas, fascistas y liberales) cometieron crímenes. Muchos. Mataron millones de personas inocentes. Ahora, curiosamente, la descalificación alcanza a sólo uno de los actores. Los otros dos pudieron aniquilar civiles desde el aire, matar por hambre, expulsar poblaciones, etcétera, pero nadie les pide las cuentas que Usted me pide a mí. ¿Cuántos criminales nazis fueron condenados a la horca o a largas penas de prisión?
Periodista: No sé. Supongo que muchos.
Nazi: ¿Y cuántos criminales soviéticos y cuántos políticos y militares norteamericanos, ingleses y franceses fueron al menos juzgados?
Periodista: …
Nazi: Bueno, mi viejo, entonces déjese de embromar y no me pida que me arrepienta de los crímenes que pudo haber cometido mi gobierno (crímenes por otra parte dogmatizados por leyes). O nos arrepentimos todos o no se arrepiente nadie. En estas condiciones, ese arrepentimiento que me pide no tiene nada que ver con la moral y, sí, en cambio, con las reglas del juego de los vencedores.
Y HAY MÁS
Como prueba categórica de lo que acabas de leer, lector amigo, agregaré un detalle muy significativo. Cuenta el autor del artículo y del documental que trajo a uno de los diálogos a un amigo suyo, un tal Hans Landauer, ex combatiente de las Brigadas Internacionales en la Guerra Civil Española. Al cual, según nos relata, “le dolió encontrar a uno de sus verdugos viviendo plácidamente en el país que amaba y por cuya libertad había luchado”.
¡Vaya, vaya! Remito al lector a las páginas 361 a 376 del segundo tomo de la “Historia de la Guerra Civil Española” de Hugh Thomas. No cito a Pío Moa o a autores del bando nacional. Thomas, un historiador serio, es partidario de la República pero no oculta nada. Y en las páginas indicadas relata con todo detalle cómo se inventaron las Brigadas en Moscú y cómo el ochenta por ciento de sus integrantes era comunista.
Si hay algo claro es que las brigadas no lucharon por la libertad de España sino por el comunismo. Para ni hablar de los crímenes que se cometieron con la ilustrada conducción de André Marty, jefe de las brigadas que mereció el sobrenombre de “el carnicero de Albacete”.
Oiga, ¿no es un chiste pesado eso de demonizar a un nazi al mismo tiempo que se exhibe la amistad con un comunista? ¿Le habrá pedido arrepentimiento a Herr Landauer? Pues así están las cosas en este Anno Domini 2009.
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