n la pendiente oriental del monte Olivete, y a una distancia aproximadamente de un kilómetro de su cúspide, yace una aldea típicamente árabe llamada El-Azariyeh, que acaso tenga relación con el Lazarion, nombre que se daba a la población cristiana bizantina construida a unos 200 ó 300 metros del emplazamiento del villorrio de Betania de que habla el Evangelio. Dice San Juan que el poblado "estaba cerca de Jerusalén, como unos quince estadios" (11, 18), o sea, a unos tres kilómetros (exactamente: 2.775 m.), en el supuesto de seguir el camino recto que conduce a Betania a través de Getsemaní, la cima del monte Olivete y Betfagé. Más largo es el trayecto por la carretera de Jerusalén a Jericó y Transjordania, que roza el poblado de Betania.
Por su proximidad muchos judíos de Jerusalén iban frecuentemente a Betania, y el mismo Jesucristo se retiraba allí al atardecer, una vez terminado su magisterio diurno en el Templo, buscando en el hogar de una familia amiga el calor que un corazón humano comprensivo podía proporcionar al peregrino divino que no disponía de una piedra donde reclinar su cabeza. Componían la familia los tres hermanos: Marta, María y Lázaro. No parece que vivieran sus padres, ni que alguno de los mencionados hermanos estuviera ligado en matrimonio o lo hubiera contraído en un tiempo. Era Marta la mayor de la hermandad y hacía ella las veces de ama de casa. Esto último significa su nombre en lengua hebraica, martah, que no aparece en el Antiguo Testamento, pero se halla en la literatura talmúdica bajo la forma femenina con el significado de "ama”; "dueña". En uno de los muchos sepulcros judío-cristianos del siglo I descubiertos en el paraje llamado Dominus Flevit, en la vertiente occidental del Olivete, han aparecido juntos los nombres de "Marta y María" (martah wemariah).
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