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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

29 de julio de 2009

Prólogo a la Obra Completa de Víctor Pradera

Tal como se había anunciado, comienza hoy la publicación de obras de Víctor Pradera, un excepcional político español de principios del siglo XX, muerto (mártir) en 1936. Casi desconocido en estas latitudes, quien quiera conocerlo someramente puede acceder a una suscinta biografía en este enlace. Quien quiera conocerlo mejor puede hacerlo en éste.
Una vez más debo hacer público mi agradecimiento a Da. María Luz López Pérez, quien me hiciera llegar el libro desde España.





por D. Francisco Franco Bahamonde



Tomado de Obras Completas de Víctor Pradera,
T I, págs. V-XII
Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1945







l nombre de Víctor Pradera, unido para siempre a nuestra Historia, obliga sin distinción a los españoles. Por ello, basta el deseo de su esposa de que figure mi firma a la cabeza de sus obras para que lo acoja y rinda público homenaje al español ejemplar, modelo de rectitud política, espejo de caballeros y luchador incansable por la unidad de nuestra Patria.

Quiso Dios premiarle las batallas libradas en su servicio, concediéndole la muerte que tiene reservada para los héroes y los mártires. Sus virtudes heroicas, forjadas en una vida rectilínea, y por todos conceptos ejemplar, resplandecen en los días terribles del cautiverio, cuando, de cara a la muerte, conforta, con sus palabras y estimula con el ejemplo a sus compañeros de prisión, que pronto habrían de serlo de martirio, proclamando la fe de Cristo ante los crueles verdugos, con tal celo y gallarda valentía como pudieran hacerlo los santos confesores de nuestra Madre Iglesia.

No muere quien entrega la vida con sublime heroísmo, en el que llega a perdonar a sus enemigos e implorar públicamente a Dios Nuestro Señor perdón para sus verdugos. La extensión y multiplicación de los casos ejemplares no puede amenguar la grandeza de los mismos.

No había de atesorar Víctor Pradera una vida como la que llevó, y su muerte sola constituiría un ejemplo perenne de valor y de firmeza cristiana. Lo que para él fue trono de gloria, constituyó, sin embargo, para España una de las pérdidas más grandes y sensibles. Su colaboración segura y su consejo sabio y leal hubieran representado en nuestra dura tarea de gobierno poderosa asistencia; mas al permitir Dios en sus altos designios pérdida tan grande para nuestras filas, nos colma, por otra parte, de bondades con muestras constantes de su predilección, que nos hace pensar en la intercesión valiosa de tantos gloriosos mártires que, próximos al Poder divino, recogen para España la pródiga cosecha que sembró su muerte.

¡Cuántas veces al tropezar en estos años con el espíritu cerril de tanta capillita, a que los españoles son tan dados, se ha puesto de manifiesto el vacío que Víctor Pradera nos ha dejado! ¡ Qué grandioso paladín de la unidad de la Patria hemos perdido! ¡Qué fruto no hubiera dado a nuestra causa su espíritu batallador, al servicio de una poderosa inteligencia, él, que tanto peleó Por la unidad en los tiempos y ambientes más adversos!

Las obras, oraciones y escritos de Pradera—salidos a la luz en tiempos liberales, de desastres y traiciones, moviéndose en un clima político materialista y desintegrador, y teniendo que buscar la eficacia en lo posible, sin perder por ello la posición firme de la doctrina—encierran para los españoles un tesoro inagotable de enseñanzas, deducidas con la lógica irrebatible de la Historia fecunda: de España en sus días luminosos del Imperio, o de las sentencias y vidas de sus grandes santos, o de sus gloriosos capitanes.
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Para leer el prólogo completo haga click sobre la imagen de Víctor Pradera, o sobre la del Generalísimo Franco.


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