por Juan Manuel de Prada
Tomado de ABC
TRO de los pasajes memorables de Caritas in Veritate nos lo tropezamos hacia el final de la encíclica, en el capítulo que Benedicto XVI dedica a lo que podríamos denominar la idolatría de la técnica. Frente a la pretensión prometeica propia de nuestra época, que postula una libertad omnímoda en el dominio de la materia, deslumbrada por sus falsos prodigios, Benedicto XVI propone un desarrollo técnico en el que se confirme el dominio del espíritu sobre la materia, donde la libertad humana para mejorar las condiciones de vida, ahorrar esfuerzos o evitar riesgos esté precedida por la responsabilidad moral, por el reconocimiento del bien que la precede. Como decía el gran Leonardo Castellani, «la libertad no es propiamente un movimiento, sino un poder moverse solamente; y en el moverse lo que importa es Hacia Dónde; lo que determina el movimiento -dicen los filósofos- y lo hace chico o grande, bueno o malo, es el término dónde». Una libertad que no sabe hacia dónde va es peor que la ausencia de libertad, del mismo modo que la sofística es peor que la ausencia de filosofía o la superstición es peor que la ausencia de religión; y la idolatría de la técnica que hoy padecemos es una superstición en la que el hombre -nos dice Benedicto XVI- «se pregunta sólo por el cómo, en vez de considerar los porqués que lo impulsan a actuar».
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