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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

6 de julio de 2009

El crash del 2010




por Juan Manuel de Prada



Tomado de ABC




eo en estos días un ensayo de Santiago Niño Becerra, El crash del 2010 (editado por Los libros del lince), donde este catedrático de estructura económica desarrolla las ideas poco complacientes que exponía en una entrevista publicada por ABC hace ya algunos años, cuando todavía disfrutábamos de una prosperidad que por entonces se nos antojaba inatacable y perpetua. Las predicciones que hacía el profesor Niño, como las que Casandra hizo ante el caballo de madera que los aqueos dejaron a las puertas de Troya, resultaban antipáticas y amedrentadoras; pero el tiempo no ha hecho sino darle la razón. ¿Y qué es lo que el profesor Niño se atreve a profetizar? No, desde luego, una crisis al estilo de las padecidas en las últimas décadas, en las que el sistema debe ajustar su crecimiento a realidades nuevas, salvando escollos o rectificando errores; lo que el profesor Niño se atreve a anticipar es una «crisis de sistema» ante la cual los «brotes verdes» avizorados por nuestros gobernantes no serán sino «verduras de las eras», que diría Jorge Manrique.

Porque, a juicio del profesor Niño, la crisis aún no se ha desatado. Lo hará, según sus cálculos, a mediados de 2010, cuando los «planes salvadores» que los vendedores de humo han diseñado se revelen inservibles. Y será la crisis económica y social más honda y devastadora a la que el capitalismo se ha enfrentado desde la Gran Depresión de la década de 1930; una crisis en la que, además, nos faltará el escudo protector que la institución familiar ofreció en la crisis de 1929. Las medidas que nuestros gobernantes están adoptando y adoptarán hasta mediados de 2010 -afirma el profesor Niño- serán un «ir a salto de mata», un ir «tapando agujeros» sin un plan determinado, intentando salvar la situación. O intentando salvar su culo, nos atreveríamos nosotros a añadir; porque a nadie que no esté completamente atufado por las cantinelas de la propaganda se le escapa que nuestros gobernantes nos están vendiendo embelecos.

De las crisis de las últimas décadas el sistema logró salir ampliando el acceso al crédito. Ahora ya sabemos que muchos de los que recibieron aquellos créditos no van a poder pagarlos; y que esos créditos no van a poder ser cubiertos con otros nuevos, debido al derrumbe del valor de los bienes inmuebles. Paralelamente, la llamada «economía financiera», que paga aplazadamente el consumo y asegura inversiones, ha perdido contacto con la realidad, enfermando de gigantismo. Las manipulaciones crediticias y los procesos de ingeniería financiera realizados en las últimas décadas inyectaron en la economía ingentes cantidades de dinero fantasmagórico -sin un soporte real- que resultaba imprescindible para sostener la perversión del sistema; esto es, para garantizar los crecientes procesos de consumo e inversión. Ahora, el sistema está empapado en deuda hasta unos niveles que no será capaz de absorber; y, a la vez, ha desarrollado un modelo de consumo insostenible. Se calcula que entre el 60 y el 70 por ciento del producto interior bruto de los países desarrollados se basa en el consumo -«pagado» a crédito- de bienes y servicios superfluos. En economías poco productivas, como la española, la consecuencia de tal consumo exacerbado ha sido una inflación insoportable, pero en todas se ha perpetrado una desconexión irreparable entre la economía financiera y la economía real.

Y esta desconexión es la que arrastrará consigo al sistema. El profesor Niño se atreve a profetizar, en un puñado de páginas poco halagüeñas, cómo será nuestra vida después de que el sistema (que yo prefiero llamar «idolatría») se descoyunte por completo. Les invito a leerlas, si no están demasiado atufados por las cantinelas de la propaganda.


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