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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

10 de julio de 2009

Escapando por la tangente




por el Dr. Aníbal D´Angelo Rodríguez


Tomado del Blog de Cabildo







l diario emblemático de la zurda española, “El País”, publica el 12 de enero pasado un reportaje nada menos que al Presidente de la Unión de Ateos y Librepensadores de Cataluña, don Albert Riva. El reportaje se refiere a los “ómnibus ateos”, de los que hablamos en un número anterior de la revista “Cabildo”. Esos transportes públicos que llevan esta leyenda: “Probablemente Dios no existe. Deja de preocuparte y disfruta de la vida”. Comenzaron a usarse en Londres y ahora, por obra y gracia de don Albert y sus amigos van a circular en Barcelona y otras ciudades españolas. Porque —afirma Riva— “todo el mundo nos dice que tiene ganas de ver el autobús en su pueblo”.

¡Hombre! Me lo imagino. Me imagino el alegrón que debe darle a uno salir por la mañana de su casa preocupado por la crisis económica, molesto porque la manteca del desayuno estaba rancia, furioso porque tu hija soltera está embarazada de cuatro meses y de pronto… ¡aparece el bus que recomienda dejar de lado las preocupaciones! Qué baño de felicidad, que tranquilo debe uno sentirse.

Por eso, las ganas de ver un busateo (así se llama el sitio en la web) “en su pueblo” dicen que ha llevado a algunos a fletar un ómnibus en una villa donde sólo quedan el párroco y dos habitantes. Los gustos hay que dárselos en vida, sobre todo si uno es ateo militante y sabe de buena tinta que no hay nada tras la muerte. Pero esto lo digo yo de pura mala leche y no don Albert.
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