uchos esposos católicos usan anticonceptivos. Al actuar así, con mayor o menor conciencia, van contra la doctrina de la Iglesia, expuesta en diversos documentos, sobre todo en la encíclica «Humanae vitae» del Papa Pablo VI (1968).
Según nos enseña la moral católica, es inmoral el uso de métodos anticonceptivos por el hecho de que alteran la naturaleza y el sentido propio del acto conyugal, un acto que debería ser expresión del amor entre los esposos abierto a la llegada de los hijos que Dios pueda enviar.
¿Por qué tantos católicos no aceptan esta enseñanza? Se pueden dar respuestas mejores o peores, según la perspectiva que se adopte para analizar esta situación.
Algunos harán un análisis en clave sociológica: en muchos países la mayoría de la población acepta como «normal» el uso de los anticonceptivos, y los católicos se ajustan y acomodan a la mentalidad dominante.
Otros hablarán de motivos económicos: los esposos, en sus primeros años de matrimonio, suelen verse apurados por la falta de dinero. Sienten la presión de tener que pagar la casa y mantener un nivel de vida «aceptable». Por lo mismo, los dos trabajan. En esa situación, pensar en un hijo parece imposible, y se recurren a los métodos anticonceptivos «más seguros».
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