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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

18 de enero de 2011

Biografía de Santo Tomás de Aquino (7)











por Gilbert K. Chesterton

Tomado de La Editorial Virtual











VII – La Filosofía Permanente


s una pena que la palabra Antropología se haya degradado hasta significar el estudio de los antropoides. En la actualidad ya está asociada a riñas entre profesores de la prehistoria (en más de un sentido) sobre si una astilla de piedra es el diente de un hombre o de un mono; cosa que a veces se resuelve como en aquél famoso caso en que resultó ser el diente de un cerdo. Está muy bien que exista una ciencia puramente física de estas cosas; pero la denominación comúnmente utilizada bien hubiera podido estar dedicada, por analogía, a cosas no sólo más amplias y profundas sino algo más relevantes. Así como en Norteamérica los nuevos humanistas le han señalado a los antiguos humanitarios que su humanitarismo estuvo en gran medida concentrado en cosas que no son especialmente humanas – tales como condiciones físicas, deseos, necesidades económicas, medioambiente y etc. – del mismo modo, en la práctica, quienes se llaman antropólogos tienen que estrechar sus mentes para dedicarse a cosas materiales que no son notablemente antrópicas. Tienen que salir de caza por la Historia y la Prehistoria para atrapar algo que decididamente no es un Homo Sapiens, pero que de hecho siempre es considerado como un Simius Insipiens. El Homo Sapiens sólo puede ser considerado en relación con la Sapientia y sólo un libro como el de Santo Tomás está realmente dedicado a la idea intrínseca de Sapientia. En resumen: debería existir un verdadero estudio llamado antropología, concordante con la teología. En este sentido, Santo Tomás de Aquino, es, quizás más que otra cosa, un gran antropólogo.

Pido disculpas por las palabras iniciales de este capítulo a todos esos excelentes y eminentes hombres de ciencia que están dedicados al real estudio de la humanidad en su relación con la biología. Pero me imagino que serán los últimos en negar que, en la ciencia popular, ha habido una disposición algo desproporcionada a convertir el estudio de los seres humanos en el estudio de los salvajes. Y el salvajismo no es Historia; o bien es el comienzo de la Historia, o bien es su fin. Sospecho que los más grandes científicos estarán de acuerdo en que demasiados profesores se han perdido en la selva o en la jungla; profesores que quisieron estudiar antropología y nunca pasaron más allá de la antropofagia. Pero tengo un motivo en particular para iniciar esta sugerencia de la necesidad de una más elevada antropología con un pedido de disculpas a los genuinos biólogos que pueden parecer estar incluidos – pero que ciertamente no lo están – por esta protesta en contra de la ciencia popular barata. Porque lo primero que hay que decir de Santo Tomás como antropólogo es que realmente es como el mejor de la clase de los biólogos modernos dedicados a la antropología; es decir: es de la clase que se autodenominaría como agnóstica. Este hecho es un punto de inflexión en la Historia, tan nítido y decisivo, que la historia realmente necesita ser recordada y registrada.

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