Este blog está optimizado para una resolución de pantalla de 1152 x 864 px.

Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

19 de enero de 2011

Concepción Católica de la Economía (5)





Por el R.P. Julio Meinvielle

Edición de los Cursos de Cultura Católica. Impreso por Francisco A. Colombo, 19 de septiembre de 1936.

Tomado de Stat Veritas








CAPITULO V

EL CONSUMO

emos visto en el precedente capítulo la suerte de una economía entregada al dinero como a su último fin. Siendo éste, de suyo, infinito, ilimitado, como observaron Aristóteles y Santo Tomás, debía imprimir un movimiento de aceleración infinita a toda la vida económica. Así acaeció, en efecto. El ansia insaciable de lucrar, no sólo desatada sino glorificada en el régimen económico moderno, estimuló el comercio del dinero con dinero para producir más dinero. Las Finanzas, con su motor, el préstamo a interés, coronaron toda la vida económica.

En una economía colocada bajo el signo del lucro, detrás de las Finanzas debía seguir, corriendo vertiginosamente, el comercio de mercaderías, porque en él, sin una actividad directamente productora, se acrecienta rápidamente el dinero. Y así, la vida comercial y mercantil, con la furia desbocada del transporte marítimo, fluvial y carretero, agitó la humanidad hasta entonces relativamente pacífica, haciendo de ella un inmenso mercado.

Detrás del comercio debía venir, también en carrera vertiginosa, para responder a la incesante demanda del mercado, la producción. Primero la producción industrial, porque se ejerce en el dominio de lo artificial y por ende de lo ilimitado; y en segundo lugar, la natural que, por lo mismo, está atada a las exigencias limitadas de las fuerzas naturales.

Por fin, si hay que producir para comerciar y comerciar para lucrar, es necesario también consumir, porque si no hay consumo, no es posible la producción. Pero el consumo siempre es forzosamente limitado, aunque de propósito se le pervierta. Y es más limitado que la producción de la tierra. Luego, debe venir detrás de ella.

Y así, en la economía lucrativa del mundo moderno, el consumo viene a la cola de todo proceso económico, arrastrado por la producción, así como a ésta le arrastra el comercio, y a éste, a su vez, la Banca.

Sería erróneo sacar de aquí la consecuencia de que en el mundo moderno se busca no comer. Al contrario, se busca que se coma, que se consuma en modo infinito, ilimitado, acelerado, para poder producir infinitamente y comerciar infinitamente y lucrar infinitamente. En este mundo sin Dios, el infinito de la materia se filtra por todos los dominios de la actividad.

El error de la economía moderna no está, pues, en suprimir el consumo. Al contrario, está en elevarlo al infinito para poder continuar hasta el infinito los otros procesos económicos.
................................
Para leer el capítulo completo haga click sobre este enlace.

0 comentarios: