

Y es un apóstol al que se cita siempre en segundo lugar, puesto humilde que se puede comprobar sin más que abrir el misal romano por el canon. Al principio del mismo, en la oración de comunión con los santos, se nombra uno por uno a los apóstoles, pero en esa lista falta precisamente Matías, aunque se nombra a otros doce santos no apóstoles, y se cita a Pablo juntamente con Pedro, siendo también Pablo apóstol posterior, que no perteneció al grupo de los doce. Si queremos hallar una mención de Matías en el canon, tenemos que buscarlo, como escondido y de incógnito, después de Juan Bautista y Esteban Protomártir, entre una lista de santos y santas. Un título más para que nos acordemos de este trabajador evangélico que, al contrario que otros santos, se vio exaltado en vida y se ve humillado después de su muerte.
Cuando se intenta trazar la semblanza histórica de este apóstol singular, hay que limitarse a lo poco que de él nos dicen los Hechos de los Apóstoles. Y lo poco que nos dicen es contarnos su elección. Ni siquiera lo vuelven a nombrar más. Lo que de él nos dicen escritos posteriores, aunque sean de autores calificados, no ofrece garantías de historicidad. Y las biografías apócrifas se han encargado de rellenar con aventuras de viajes y de milagros ese silencio de los Hechos de los Apóstoles.
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