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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

21 de febrero de 2011

Crítica literaria: Dumont, Jean: El amanecer de los derechos del hombre. La controversia de Valladolid, trad. esp. ed. Encuentro, Madrid 1997, 280 pág





Por A. Landa




Tomado de la revista Razón Española







e traduce del francés al español esta importante monografía de un ilustre hispanista galo sobre la controversia de Valladolid —entonces capital de España— celebrada entre Juan Ginés de Sepúlveda (1490-1573) y Bartolomé de las Casas (1484-1566), por orden de Carlos V, en la magnífica capilla del Colegio de San Gregorio entre agosto de 1550 y abril de 1551, ante quince jueces entre los que figuraban los eminentes teólogos Melchor Cano y Domingo de Soto, especialistas en América como Bernardino de Arévalo y Gregorio López. Miles de páginas de las que sólo una parte se conserva, principalmente los alegatos de los contendientes, publicados posteriormente en forma de libros.

Es un hecho único en la historia que un soberano pregunte a un grupo de expertos si es lícita la consolidación y extensión de su Imperio y que se manifieste dispuesto nada menos que a retirarse de América, como exigía Las Casas. Si tal dictamen hubiera sido seguido, hoy el Nuevo Mundo se encontraría en una situación similar a la del Africa negra.

Según el autor, el vencedor dialéctico y, en último término, político fue el ponderado y realista Sepúlveda, frente al extremoso y fabulador Las Casas. Así se desprende de los documentos y de la Historia puesto que España continuó colonizando y evangelizando hasta mediados del siglo XIX. En su paroxismo, Las Casas, poco antes de morir, no sólo instaba al Papa para que condenara la conquista española, sino que maldijo a su Patria en estos apocalípticos términos: "Dios no puede sino volcar sobre España su furor y su cólera". Afortunadamente, no fue así.

El autor, a modo de introducción, demuestra que la cuestión de conciencia acerca de la licitud de la empresa americana se plantea ya en tiempos de Isabel la Católica, y las Relecciones de Vitoria son un alto testimonio de esa inquietud de doctrinarios y gobernantes. También las sucesivas Leyes de Indias van expresando tal preocupación moral.

El autor reconoce en Las Casas un amor a los indios; pero valora muy negativamente sus escritos, sus actitudes fanáticas y sus contradicciones. Exalta en cambio a Sepúlveda, el gran humanista traductor de Aristóteles y jurista eximio.

Esta es una magnífica monografía sobre un tema capital de la historia de España. Fue entonces cuando realmente amanecieron los derechos humanos puesto que los reyes y los teólogos se plantean la cuestión de los derechos fundamentales de los amerindios por el simple hecho de ser hombres, derechos anteriores a cualquier ley positiva. El autor desarrolla su tema con gran erudición y con equilibrado criterio. Un resumen de este libro debería constituir lección obligada en los estudios medios de todo hispanoamericano.

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