Sargento Primero Mario Antonio "Perro" Cisneros
Muerto en combate en Malvinas, 1982
ace en Catamarca el 11 Mayo de 1956. Ingresó a la ESSC en el año 1972, egresando como Cabo de Infantería en Diciembre de 1973. En 1977, hizo el Curso de Formación de Comandos.
A partir de allí se convierte en uno de los instructores más notorios del curso, influyendo decisivamente en la personalidad y el espíritu de muchos de los futuros Comandos de esa especialidad. Con el grado de Sargento, en la segunda quincena de mayo de 1982, llega a las Islas Malvinas, integrando la Ca Cdo(s) 602.
Muere heroicamente combatiendo contra fuerzas del SAS del Ejército Británico.
Por su perseverancia y fidelidad a sus principios, lo apodaban "Perro".
El Sargento Cisneros es una verdadera leyenda entre los que ostentan con orgullo la aptitud de comando, y un ejemplo para todos los que pertenecen al Arma de Infantería. Recibió la condecoración “La Nación Argentina al Muerto en Combate”.
Durante su preparación militar, el Sargento Cisneros cumplió misiones como instructor de comandos en un destacamento militar de la provincia de La Pampa.
Al estallar el conflicto, donó el 50% de su sueldo al Fondo Patriótico y solicitó en reiteradas oportunidades ser trasladado al frente de lucha.
En mayo logra finalmente su traslado. Cuando salió de La Pampa les escribió a sus camaradas “...no me entrego prisionero, ganamos o no vuelvo”.
Cuando partió de Buenos Aires hacia el sur, le dijo a su hermano que lo acompañaba “si no vuelvo no me lloren...”.
Su nombre y sus hazañas recogieron toda la admiración de la Patria Sudamericana. En su honor llevan el nombre de Mario Antonio Cisneros la 1° sección de la Compañía de Tropas Especiales de la República de Panamá, la Compañía de Comandos “Chorrillos”, en la República de Perú, país en donde fue declarado Héroe Nacional, el Hall Histórico de la Compañía de Comandos 601en Campo de Mayo, el aula de Instrucción en el Destacamento de Inteligencia 143 en Neuquén, el aula de instrucción de Cuadros en el Destacamento de Inteligencia 162 de La Pampa, el Casino de Suboficiales de La Pampa, entre otros lugares.
En la preparación de una emboscada a soldados del grupo de élite SAS, tuvo suceso esta conversación entre el Teniente primero Quiroga y el Sargento Mario "Perro" Cisneros...
En esos momentos Quiroga aprovechó unos minutos para acercarse al lugar donde estaba Cisneros, sentado detrás de una gran piedra buscando protección. Cruzaron un par de frases y fue en ese momento que tuvo una extraña sensación. Nunca supo si por efecto de la luz de la luna, su rostro reflejó mucha paz, como presintiendo que algo le iba pasar. Lo percibió a flor de piel. Estaban a centímetros uno del otro.
-"¿Todo bien?", le dijo.
-"Sí, todo bien".
La respuesta despertó aun más su atención y sobre todo por la expresión del rostro. Quiroga insistió.
-"¿Hay algo que te preocupa? ¿Está todo tranquilo?, ¿todo bien?"
-"Está todo bien". Repitió.
-"¿Estás cansado?"
-"No, para nada. En estos momentos estuve pensando y haciendo como un balance de mi vida."
- "Pero Perro, ¿por qué ahora? No me estás hablando de cómo está el terreno más adelante o si tenemos cobertura para hacer la emboscada. ¿Por qué me hablas sobre esas cosas?"
-"No sé".
Y volvió a repetirle, en medio de un gran silencio que los rodeaba.
-"Estuve pensando sobre mi vida, recordando mi infancia, a mis padres. Y vos, ¿tuviste noticias de tu familia?"
-"Sí". Contestó.
Hablaron sobre la emboscada y lo dejó solo con sus pensamientos.
Otra vez el silencio. En esas horas desesperantes, de gran incertidumbre, Vizoso le ofreció un pedazo de chocolate. Cortó la mitad con su cuchillo y se lo pasó.
-"Le agradezco mucho su gesto, mi teniente primero. Con la hambruna que tenemos de varios días sin comer, me parece admirable que lo comparta conmigo." – (Lo dijo con voz impostada producto de no haber hablado por largo tiempo).
-"Es que los comandos debemos ser como los mosqueteros, 'uno para todos y todos para uno'. Y compartirlo con usted me permite comer a mí también", respondió restándole importancia.
Cisneros siguió hablando.
-"Aunque a usted le parezca mentira le tengo mucho aprecio, mi familia conoce a la suya y son de buena semilla, se lo digo de todo corazón porque en estas circunstancias no caben las obsecuencias."
-"Le agradezco su sinceridad y nosotros compartimos los mismos sentimientos respecto de la suya. Sabemos que son hombres de palabra", acotó el oficial.
-"Al igual que ustedes, buscamos siempre la verdad. Usted me permitió que tuviese la ametralladora y no se arrepentirá de habérmela dejado. Estoy muy contento por eso".
-"Somos personas simples. Estamos en peligro de muerte y las cosas que valoro son las espirituales y no quisiera presentarme ante el Creador sorprendido en medio de mis vicios".
-"Tiene razón, mi teniente primero pienso lo mismo. Lo único que me interesa es mantener, aun a costa de mi vida, los ideales de Dios, Patria y Familia."
-"Sargento, creo firmemente que estamos en este mundo para probar nuestro amor, mantener la verdad más allá de los sufrimientos. La mentira está por todas partes con sus atracciones que nos arrastran por el lodo, pero cuando uno se encuentra, en un lugar olvidado de Dios, con un hombre que sé los quilate que pesa, me llena de fuerza para continuar la lucha. Ambos sabemos que las cosas no están bien, a pesar de ello estoy dispuesto a dar todo de mí, cueste lo que cueste."
-"Esas últimas palabras me resultan familiares. Se las puse a mi familia en carta."
-"Usted es famoso por su perseverancia, fidelidad a sus principios y por eso le dicen el Perro. Sé que esta noche no será fácil para nosotros, pero también sé que tanto la vida actual como la muerte no tienen sentido si no pensamos en la Resurrección. Y donde los que compartimos los ideales cristianos nos volveremos a ver."
-"En la Resurrección nos veremos, mi teniente primero."
-"Sargento, en el encuentro con la eternidad hace mucho frío, tuve una experiencia muy desagradable en la cordillera de los Andes. Me siento entumecido. Allí aprendí que la unión hace la fuerza. ¿Por qué no nos juntarnos espalda contra espalda y conformamos nuestros sectores de fuego?"
- "Estoy de acuerdo."
Y así lo hicieron. El Perro quedó mirando hacia la izquierda y Vizoso hacia la derecha y en mejores condiciones para enfrentar al enemigo.
Callaron, ensimismados en sus pensamientos. Pasaron varias horas. Cerca de la medianoche los cañones del enemigo dejaron de tronar. Sobrevino la calma.
Sabían que la muerte acechaba. Repentinamente, el cielo se encendió con una intensa luz que iluminó la zona de combate.
Las bengalas buscaban señalar los objetivos para la artillería. Desde su posición divisaron los fogonazos de las bocas de los cañones. El fuego no duró mucho. No dijeron nada. De nuevo el silencio. El intenso frío los afectaba cada vez más. Ateridos, entumecidos, las manos doloridas por el contacto con el helado acero de las armas.
Los ingleses aparecieron como buscándolos, desplazándose hacia la zona de muerte de la emboscada. Eran las fuerzas de elite del SAS.
Vizoso recuerda: "Su presencia había sido advertida por el escalón de seguridad del teniente Rivas que estaba ahí y nosotros del otro lado. Mientras daban la voz de alarma, dejaron pasar la vanguardia inglesa compuesta por alrededor de 10 soldados, lo que indicaba que se trataba de una fuerza completa de entre 20 y 30 hombres. Entraron por la derecha y nosotros estábamos casi en el extremo izquierdo, y por esas cosas de la guerra, el alerta rojo no llegó al escalón apoyo que integrábamos Cisnero y yo”. De pronto, sintió tensionada la espalda de Cisnero. Giró la cabeza hacia él, sorprendido. Vio cuando abrió fuego con la Mag.
En aquella emboscada a un grupo de comandos de elite ingleses, el perro murió del impacto de un cohete Law, de 66 mm, que dio de lleno en su pecho que lo mató instantáneamente.
La onda expansiva levantó a Vizoso por los aires, que cayó pesadamente sobre las rocas. Cuando reaccionó, le preguntó a su compañero
-"¿Qué te pasa hermano?"
El silencio fue la única respuesta. Lo dio vuelta tomándolo con sus dos manos. Estaba muerto, con los ojos muy abiertos. Quiso tomar la ametralladora, pero el pedazo más grande era una parte de la culata, otro de la armadura y tramos de la banda con municiones. Después de enfrentar a los ingleses con heroísmo, herido y sangrante, escuchó la llamada de sus camaradas. Estaba salvado. Se dio vuelta y saludó al inerte sargento.
-Chau, Perro, hasta el encuentro con la eternidad. Lo tocó y se fue casi desangrándose.
Escrito encontrado en la libreta de combate del Sargento Mario Antonio "perro" Cisneros. Caído en combate en la Gesta de Malvinas en 1982:
Oh Dios, señor de los que dominan, Guía Supremo que tienes en tus manos las riendas de la vida y la muerte.
Escúchame:
Haz, Señor, que mi alma no vacile en el combate, y mi cuerpo no sienta el temblor del miedo. Haz que te sea fiel en la guerra, como lo fui en la paz. Haz que el silbido agudo de los proyectiles alegren mi corazón. Haz que mi espíritu no sienta la sed, el hambre, el cansancio y la fatiga, aunque lo sientan mis carnes y mis huesos.
Haz que mi alma, Señor, esté siempre dispuesta al sacrificio y al dolor, que no rehúya, ni en la imaginación siquiera, el primer puesto de combate, la guardia mas dura en la trinchera, la misión más difícil en el ataque. Pon destreza en mi mano para que el tiro sea certero, y caridad en mi corazón. Haz, por favor, que sea capaz de cumplir lo imposible, que desee morir y vivir al mismo tiempo. Morir como tus Santos Apóstoles, como tus Viejos Profetas, para llegar a Ti. Señor te pido que mi cuerpo sepa morir con la sonrisa en los labios, como murieron tus mártires.
Te ruego mantengas mi arma en vela y mi oído atento a los ruidos de la noche. Te pido por mi guardia constante en el amanecer de cada día y por mis jornadas de sed, hambre, fatiga y dolor. Si llegara a cumplir estos anhelos, podrá entonces mi sangre correr con júbilo por los campos de mi Patria, y mi alma subir tranquila a gozarte en el tiempo sin tiempo de la eternidad.
Señor, ayúdame a vivir, y de ser necesario, a morir como un soldado.
Concédeme Oh! Rey de las Victorias, el perdón de la soberbia. He querido ser el soldado mas valiente de mi Ejército y el argentino más amante de mi Patria. Perdóname este orgullo, Señor.
Muere heroicamente combatiendo contra fuerzas del SAS del Ejército Británico.
Por su perseverancia y fidelidad a sus principios, lo apodaban "Perro".
El Sargento Cisneros es una verdadera leyenda entre los que ostentan con orgullo la aptitud de comando, y un ejemplo para todos los que pertenecen al Arma de Infantería. Recibió la condecoración “La Nación Argentina al Muerto en Combate”.
Durante su preparación militar, el Sargento Cisneros cumplió misiones como instructor de comandos en un destacamento militar de la provincia de La Pampa.
Al estallar el conflicto, donó el 50% de su sueldo al Fondo Patriótico y solicitó en reiteradas oportunidades ser trasladado al frente de lucha.
En mayo logra finalmente su traslado. Cuando salió de La Pampa les escribió a sus camaradas “...no me entrego prisionero, ganamos o no vuelvo”.
Cuando partió de Buenos Aires hacia el sur, le dijo a su hermano que lo acompañaba “si no vuelvo no me lloren...”.
Su nombre y sus hazañas recogieron toda la admiración de la Patria Sudamericana. En su honor llevan el nombre de Mario Antonio Cisneros la 1° sección de la Compañía de Tropas Especiales de la República de Panamá, la Compañía de Comandos “Chorrillos”, en la República de Perú, país en donde fue declarado Héroe Nacional, el Hall Histórico de la Compañía de Comandos 601en Campo de Mayo, el aula de Instrucción en el Destacamento de Inteligencia 143 en Neuquén, el aula de instrucción de Cuadros en el Destacamento de Inteligencia 162 de La Pampa, el Casino de Suboficiales de La Pampa, entre otros lugares.
En la preparación de una emboscada a soldados del grupo de élite SAS, tuvo suceso esta conversación entre el Teniente primero Quiroga y el Sargento Mario "Perro" Cisneros...
En esos momentos Quiroga aprovechó unos minutos para acercarse al lugar donde estaba Cisneros, sentado detrás de una gran piedra buscando protección. Cruzaron un par de frases y fue en ese momento que tuvo una extraña sensación. Nunca supo si por efecto de la luz de la luna, su rostro reflejó mucha paz, como presintiendo que algo le iba pasar. Lo percibió a flor de piel. Estaban a centímetros uno del otro.
-"¿Todo bien?", le dijo.
-"Sí, todo bien".
La respuesta despertó aun más su atención y sobre todo por la expresión del rostro. Quiroga insistió.
-"¿Hay algo que te preocupa? ¿Está todo tranquilo?, ¿todo bien?"
-"Está todo bien". Repitió.
-"¿Estás cansado?"
-"No, para nada. En estos momentos estuve pensando y haciendo como un balance de mi vida."
- "Pero Perro, ¿por qué ahora? No me estás hablando de cómo está el terreno más adelante o si tenemos cobertura para hacer la emboscada. ¿Por qué me hablas sobre esas cosas?"
-"No sé".
Y volvió a repetirle, en medio de un gran silencio que los rodeaba.
-"Estuve pensando sobre mi vida, recordando mi infancia, a mis padres. Y vos, ¿tuviste noticias de tu familia?"
-"Sí". Contestó.
Hablaron sobre la emboscada y lo dejó solo con sus pensamientos.
Otra vez el silencio. En esas horas desesperantes, de gran incertidumbre, Vizoso le ofreció un pedazo de chocolate. Cortó la mitad con su cuchillo y se lo pasó.
-"Le agradezco mucho su gesto, mi teniente primero. Con la hambruna que tenemos de varios días sin comer, me parece admirable que lo comparta conmigo." – (Lo dijo con voz impostada producto de no haber hablado por largo tiempo).
-"Es que los comandos debemos ser como los mosqueteros, 'uno para todos y todos para uno'. Y compartirlo con usted me permite comer a mí también", respondió restándole importancia.
Cisneros siguió hablando.
-"Aunque a usted le parezca mentira le tengo mucho aprecio, mi familia conoce a la suya y son de buena semilla, se lo digo de todo corazón porque en estas circunstancias no caben las obsecuencias."
-"Le agradezco su sinceridad y nosotros compartimos los mismos sentimientos respecto de la suya. Sabemos que son hombres de palabra", acotó el oficial.
-"Al igual que ustedes, buscamos siempre la verdad. Usted me permitió que tuviese la ametralladora y no se arrepentirá de habérmela dejado. Estoy muy contento por eso".
-"Somos personas simples. Estamos en peligro de muerte y las cosas que valoro son las espirituales y no quisiera presentarme ante el Creador sorprendido en medio de mis vicios".
-"Tiene razón, mi teniente primero pienso lo mismo. Lo único que me interesa es mantener, aun a costa de mi vida, los ideales de Dios, Patria y Familia."
-"Sargento, creo firmemente que estamos en este mundo para probar nuestro amor, mantener la verdad más allá de los sufrimientos. La mentira está por todas partes con sus atracciones que nos arrastran por el lodo, pero cuando uno se encuentra, en un lugar olvidado de Dios, con un hombre que sé los quilate que pesa, me llena de fuerza para continuar la lucha. Ambos sabemos que las cosas no están bien, a pesar de ello estoy dispuesto a dar todo de mí, cueste lo que cueste."
-"Esas últimas palabras me resultan familiares. Se las puse a mi familia en carta."
-"Usted es famoso por su perseverancia, fidelidad a sus principios y por eso le dicen el Perro. Sé que esta noche no será fácil para nosotros, pero también sé que tanto la vida actual como la muerte no tienen sentido si no pensamos en la Resurrección. Y donde los que compartimos los ideales cristianos nos volveremos a ver."
-"En la Resurrección nos veremos, mi teniente primero."
-"Sargento, en el encuentro con la eternidad hace mucho frío, tuve una experiencia muy desagradable en la cordillera de los Andes. Me siento entumecido. Allí aprendí que la unión hace la fuerza. ¿Por qué no nos juntarnos espalda contra espalda y conformamos nuestros sectores de fuego?"
- "Estoy de acuerdo."
Y así lo hicieron. El Perro quedó mirando hacia la izquierda y Vizoso hacia la derecha y en mejores condiciones para enfrentar al enemigo.
Callaron, ensimismados en sus pensamientos. Pasaron varias horas. Cerca de la medianoche los cañones del enemigo dejaron de tronar. Sobrevino la calma.
Sabían que la muerte acechaba. Repentinamente, el cielo se encendió con una intensa luz que iluminó la zona de combate.
Las bengalas buscaban señalar los objetivos para la artillería. Desde su posición divisaron los fogonazos de las bocas de los cañones. El fuego no duró mucho. No dijeron nada. De nuevo el silencio. El intenso frío los afectaba cada vez más. Ateridos, entumecidos, las manos doloridas por el contacto con el helado acero de las armas.
Los ingleses aparecieron como buscándolos, desplazándose hacia la zona de muerte de la emboscada. Eran las fuerzas de elite del SAS.
Vizoso recuerda: "Su presencia había sido advertida por el escalón de seguridad del teniente Rivas que estaba ahí y nosotros del otro lado. Mientras daban la voz de alarma, dejaron pasar la vanguardia inglesa compuesta por alrededor de 10 soldados, lo que indicaba que se trataba de una fuerza completa de entre 20 y 30 hombres. Entraron por la derecha y nosotros estábamos casi en el extremo izquierdo, y por esas cosas de la guerra, el alerta rojo no llegó al escalón apoyo que integrábamos Cisnero y yo”. De pronto, sintió tensionada la espalda de Cisnero. Giró la cabeza hacia él, sorprendido. Vio cuando abrió fuego con la Mag.
En aquella emboscada a un grupo de comandos de elite ingleses, el perro murió del impacto de un cohete Law, de 66 mm, que dio de lleno en su pecho que lo mató instantáneamente.
La onda expansiva levantó a Vizoso por los aires, que cayó pesadamente sobre las rocas. Cuando reaccionó, le preguntó a su compañero
-"¿Qué te pasa hermano?"
El silencio fue la única respuesta. Lo dio vuelta tomándolo con sus dos manos. Estaba muerto, con los ojos muy abiertos. Quiso tomar la ametralladora, pero el pedazo más grande era una parte de la culata, otro de la armadura y tramos de la banda con municiones. Después de enfrentar a los ingleses con heroísmo, herido y sangrante, escuchó la llamada de sus camaradas. Estaba salvado. Se dio vuelta y saludó al inerte sargento.
-Chau, Perro, hasta el encuentro con la eternidad. Lo tocó y se fue casi desangrándose.
Escrito encontrado en la libreta de combate del Sargento Mario Antonio "perro" Cisneros. Caído en combate en la Gesta de Malvinas en 1982:
Oh Dios, señor de los que dominan, Guía Supremo que tienes en tus manos las riendas de la vida y la muerte.
Escúchame:
Haz, Señor, que mi alma no vacile en el combate, y mi cuerpo no sienta el temblor del miedo. Haz que te sea fiel en la guerra, como lo fui en la paz. Haz que el silbido agudo de los proyectiles alegren mi corazón. Haz que mi espíritu no sienta la sed, el hambre, el cansancio y la fatiga, aunque lo sientan mis carnes y mis huesos.
Haz que mi alma, Señor, esté siempre dispuesta al sacrificio y al dolor, que no rehúya, ni en la imaginación siquiera, el primer puesto de combate, la guardia mas dura en la trinchera, la misión más difícil en el ataque. Pon destreza en mi mano para que el tiro sea certero, y caridad en mi corazón. Haz, por favor, que sea capaz de cumplir lo imposible, que desee morir y vivir al mismo tiempo. Morir como tus Santos Apóstoles, como tus Viejos Profetas, para llegar a Ti. Señor te pido que mi cuerpo sepa morir con la sonrisa en los labios, como murieron tus mártires.
Te ruego mantengas mi arma en vela y mi oído atento a los ruidos de la noche. Te pido por mi guardia constante en el amanecer de cada día y por mis jornadas de sed, hambre, fatiga y dolor. Si llegara a cumplir estos anhelos, podrá entonces mi sangre correr con júbilo por los campos de mi Patria, y mi alma subir tranquila a gozarte en el tiempo sin tiempo de la eternidad.
Señor, ayúdame a vivir, y de ser necesario, a morir como un soldado.
Concédeme Oh! Rey de las Victorias, el perdón de la soberbia. He querido ser el soldado mas valiente de mi Ejército y el argentino más amante de mi Patria. Perdóname este orgullo, Señor.
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