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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

27 de agosto de 2008

IX. El dolor animal


Capítulo IX del libro El problema del dolor


por C.S. Lewis



Y, en efecto, todos los nombres puestos por el hombre a los animales vivientes, esos son sus nombres propios.Génesis II, 19.

Para descubrir qué es natural, hemos de estudiar los seres que se mantienen fieles a su naturaleza y no aquellos que han sido corrompidos.ARISTÓTELES. Política, I, v, 5.



Hasta aquí el sufrimiento humano; pero todo este tiempo "un lamento de herida inocente traspasa el cielo". El problema del sufrimiento animal causa consternación; no porque los animales sean tan numerosos (ya que, como hemos visto, cuando un millón sufre no se siente más dolor que cuando sufre uno solo), sino porque la explicación cristiana al dolor humano no puede extenderse al dolor animal. Hasta donde sabemos, las bestias son incapaces ya sea de pecado o virtud; por lo tanto, no pueden merecer dolor, ni ser mejoradas por él. Al mismo tiempo, jamás debemos permitir que el problema del sufrimiento animal se convierta en el centro del problema del dolor; no porque no sea importante -cualquiera sea lo que proporcione fundamentos posibles para cuestionar la bondad de Dios, es por cierto muy importante-, sino porque está fuera del alcance de nuestro conocimiento. Dios nos ha entregado información que nos permite, en cierto grado, entender nuestro propio sufrimiento. Él no nos ha entregado tal información acerca de las bestias. No sabemos ni por qué fueron hechas ni qué son, y todo lo que decimos acerca de ellas es especulativo. A partir de la teoría de que Dios es bueno, podemos confiadamente deducir que la apariencia de despreocupada crueldad divina en el reino animal, es una ilusión; y el hecho de que el único sufrimiento que conocemos de primera mano (el nuestro) resulte no ser una crueldad, nos hará más fácil creer esto. Después de eso, todo es conjeturas.

Podemos comenzar por descartar algunas de las exageraciones pesimistas propuestas en el primer capítulo. El hecho de que las vidas vegetales se "devoren" unas a otras y se encuentren en un estado de "despiadada" competencia, no tiene importancia moral alguna. La "vida" en el sentido biológico nada tiene que ver con el bien y el mal, hasta que aparece la capacidad de sentir. Las propias palabras "devoren" y "despiadada" son simples metáforas. Wordsworth creía que cada flor "gozaba el aire que respira", pero no hay razón para suponer que estaba en lo cierto. Sin lugar a dudas, las plantas vivientes reaccionan a los daños a modo diferente de la materia inorgánica; pero un cuerpo humano anestesiado reacciona más diferentemente aún, y esas reacciones no prueban la capacidad de sentir. Estamos, por supuesto, justificados al hablar de la muerte o daño de una planta, como si fuese una tragedia, siempre que sepamos que estamos usando una metáfora. Proporcionar símbolos para las experiencias espirituales puede ser una de las funciones de los mundos mineral y vegetal. Pero no debemos convertirnos en víctimas de nuestra metáfora. Un bosque en el cual la mitad de los árboles está matando a la otra mitad, puede ser perfectamente un "buen" bosque; ya que su bondad consiste en su utilidad y belleza, y no siente.
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1 comentarios:

Anónimo dijo...

El libro lo leí, y en este capítulo definitivamente no estoy de acuerdo con el autor.
Lo que hace es escabullir el bulto en aras de defender un sentido trascendente al dolor humano.
Los animales si sienten dolor físico, y además angustia, ansiedad y tristeza (sin contar con otro sentimientos ajenos al dolor propiamente tal como por ej. los celos). Me consta pues, además de ser católico tradicionalista de misa antigua (y profesor de filosofía del derecho), soy amante de los animales, y tengo perros, gatos y caballos.
No existe una explicación acabada desde el punto de vista teológico de porque existe el dolor animal (siendo creaturas que no pecan)
Una aproximación a la explicación a mi juicio es: La duración en los sentimientos animales es más transitoria, de ahí que en vista de eso la capacidad de albergar las consecuencias primarias del dolor es también menor, por ello el rencor, y la amargura se dan en grado inferior, por lo cual prontamente se les olvida el punto, lo que tarde o temprano significa multiplicar por cero.
No obstante, existen evidencias empíricas que he visto personalmente del recuerdo y amargura por el dolor causado. Tuve un semental de raza cuarto de milla, que nunca le perdonó a uno de los cuidadores su constante brutalidad en el trato,por lo cual luego de darme cuenta de esa conducta, encargué a otro trabajador se hiciera cargo del animal, con excelente resultado. Pues bien, el primer cuidador (el bruto) debido a ausencia del segundo y a su estupidez, entró un buen día a la pesebrera del semental, sin provocarlo pues yo estaba presente: Tuve que llevarlo al hospital para curar su espalda del mordisco que recibió del animal (lo levantó en vilo antes de soltarlo malherido).
Saludos, Gustavo