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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

13 de febrero de 2009

Cartas a un escéptico en materia de religión



Por el R.P. Jaime Balmes

Enviado por María Luz López Pérez

Carta VII


La tolerancia.






La gracia y la fe. Doctrina católica sobre la fe. Historieta de un eclesiástico. Observaciones sobre la intolerancia de ciertos hombres. Injusticia e intolerancia de los incrédulos. Manifiéstase que un fiel puede tener idea clara del estado de espíritu de un incrédulo. Lo que debe hacer un católico antes de disputar con un incrédulo. En las disputas religiosas es necesario guardarse del orgullo.


i estimado amigo: Mucho me complace lo que usted se sirve insinuarme en su última de que, si bien mis reflexiones no han podido decidirle todavía a salir de esa postración de espíritu que se llama escepticismo, al menos han logrado convencerle de un hecho que V. consideraba poco menos que imposible; esto es, que fuese dable aliar la fe católica con la indulgencia y compasiva tolerancia con respecto a los que profesan otra diferente, o no tienen ninguna. Bien se conoce que V., a pesar de haber sido educado en el catolicismo, se ha dejado imbuir demasiado en las preocupaciones de los impíos y de algunos protestantes, que se han empeñado en pintarnos como furias salidas del averno, que únicamente respiramos fuego y sangre. Usted me da las gracias porque «sufro con paciente calma las dudas, la incertidumbre, las variaciones de su espíritu»: en esto no hago más que cumplir con mi deber, obrando conforme a lo que prescribe nuestra sacrosanta religión; la cual da tan alta importancia a la salvación de una alma, que, si toda una vida se consagrase a la conversión de una sola y esto se consiguiese, debieran tenerse por bien empleados los trabajos más penosos.

Mis profundas convicciones, o, hablando más cristianamente, la gracia del Señor, me tiene firmemente adherido a la fe católica; pero esto no me impide el conocer un poco el estado actual de las ideas, y la diferencia de situaciones en que se encuentran los espíritus. Un escéptico me inspira viva compasión, porque desgraciadamente son muchas, en los tiempos que corren, las causas que pueden conducir a la pérdida de la fe; y así es que, al encontrarme con alguno de esos infortunados, no digo nunca con orgullo non sum sicut unus ex istis, «no soy como uno de éstos». El verdadero fiel que está profundamente penetrado de la gracia que Dios le dispensa, conservándole adherido a la religión católica, lejos de ensoberbecerse, ha de levantar humildemente el corazón a Dios, exclamando de todas veras: Domine, propitius esto mihi peccatori; «Señor, tened misericordia de este pecador».
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