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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

9 de febrero de 2009

El mismo día, Conmemoración de Santa Apolonia, Vírgen y Mártir


Santa Apolonia por Francisco de Zurbarán



Por el R.P. Juan Croisset, S.J.


unque el emperador Felipe fue tan favorable á los cristianos, que muchos son de opinión que recibió el santo bautismo, no obstante se levantó en su tiempo una persecución contra los fieles de Alejandría, en la cual padecieron muchos mártires, y fue como la señal de la que se suscitó el año siguiente por todo el imperio romano, en tiempo del emperador Decio.

Cierto poetilla infeliz, entremetido á profeta, y mago de profesión, comenzó el año de 248 de Nuestro Señor Jesucristo a predicar en las calles de Alejandría, amenazando en tono enfático á toda la ciudad de una gran desdicha, si no se exterminaba á todos los cristianos, enemigos mortales de los dioses y de su culto.

No fue menester más para excitar el furor de un pueblo naturalmente inclinado á la sedición, a la crueldad y a la carnicería. San Dionisio, que era a la sazón Obispo de aquella ciudad, refiere la persecución con estos discretos términos: Este miserable adivino animó contra nosotros a los idólatras, y excitándolos por medio de la superstición, a que era naturalmente inclinado este pueblo, encendió el furor en sus corazones. Creyendo aquellos ciegos a este impío, y dejándose llevar de las impresiones que los inspiraba, se amotinaron contra nosotros, y se precipitaron en los mayores excesos de la crueldad y del furor.

Persuadiéronse bárbaramente a que su imaginaria piedad consistía en ser crueles contra los cristianos, y creyeron que no podían honrar mejor á los dioses falsos que sacrificándoles por víctimas á los que adoraban al verdadero. Dieron principio al sedicioso motín echando mano de un santo viejo llamado Metro ó Metrán, queriéndole obligar á que profiriese execrables blasfemias contra la santidad de nuestra religión. Irritados de la noble resistencia que encontraron en el generoso cristiano, le molieron todo el cuerpo con crueles palos, sacáronle los ojos, picáronle ó le surcaron el semblante con rosetas aceradas, y, sacándolé fuera de la ciudad, descargaron sobre él furiosa lluvia de piedras, entre las cuales le dejaron sepultado.

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