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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

5 de abril de 2009

5 de Abril, Festividad de San Vicente Ferrer






a vida de los santos, aparte de ofrecernos un ejemplar e irrecusable testimonio de heroicas virtudes, manifiesta siempre el empeño providencial de Dios en la historia humana y en la vida de la Iglesia, tanto que la presencia de algunos santos no se explica sin esa misión providencial. Ellos han polarizado muchas veces en su vida determinados períodos de la historia y su influencia espiritual o social ha configurado los perfiles de ciertos momentos y estilo de vida, y hasta han pesado definitivamente a la hora de dar solución a las crisis de su tiempo. Cierto igualmente que, por ese mismo canon providencial que Dios impone a los acontecimientos humanos, también los santos se han visto condicionados en sus actos por las circunstancias en que se movieron. Todo esto da sentido y justificación a la vida de San Vicente Ferrer y nos evita caer en una interpretación simplista y unilateral de su portentosa obra. La visión exclusivamente milagrera de su figura, por la que han discurrido durante muchos años la tradición y la leyenda, contribuyó a desenfocar la plenitud auténtica y la realidad total de la vida de San Vicente, hasta tal punto que algún historiador moderno se atrevía a decir que cada circunstancia de su vida fue un milagro. Hoy, con sana crítica y juicio sereno, no podemos admitir esa visión colorista que nos ha dado a un San Vicente Ferrer opulento despilfarrador de milagros, aun cuando sería insensatez negar la realidad de su poderosa taumaturgia. Pero no debemos hacer de sus copiosos milagros una peana para colocar sobre ella la vida del Santo.San Vicente Ferrer nació en Valencia el 23 de enero de 1350, en el seno de una familia de ascendencia gerundense. Su padre, Guillermo Ferrer, era notario. La casa natalicia de Vicente distaba muy poco del Real Convento de Predicadores, donde los hijos de Santo Domingo de Guzmán se habían establecido por singular gracia del rey Don Jaime el Conquistador, recién conquistadas para la fe las tierras de Valencia. El gran prestigio que siempre tuvieron en aquella capital los frailes predicadores, el contacto habitual que nuestro Santo debió tener con ellos desde su niñez y el interior llamamiento de Dios determinaron en Vicente la resolución de vestir el hábito blanco y negro de los dominicos. Tal suceso tuvo lugar en el Real Convento de Predicadores el 5 de febrero de 1367, y el día 6 del mismo mes del año siguiente emitió los votos de su profesión religiosa.
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