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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

6 de abril de 2009

Las diferentes fuerzas políticas ante la Revolución Nacional




Discursos del Dr. Antonio de Oliveira Salazar



CAPITULO VIII

Las diferentes fuerzas políticas ante la
Revolución Nacional








En el acto de la toma de posesión de los elementos directivos de la Unión Nacional, el día 23 de Noviem­bre de 1932 pronunció el Dr. Oliveira Salazar el dis­curso que sigue. La severidad con que se dirigió el ya entonces Jefe del Gobierno a los partidos en que pa­recía lógico hubiera de apoyarse, suscitó los más apa­sionados comentarios. En rigor, el nuevo Presidente no buscaba más que ponerse enfrente de todos los grupos, para poder actuar con todas las fuerzas polí­ticas y sociales, sin otra mira que el interés general de la Nación.



e leído con frecuencia en los discursos polí­ticos vehementes invocaciones a la unión de los portugueses. Su necesidad se apoyaba siempre en las dificultades internas o externas, en los peligros que corría la Nación, en la especial de­licadeza del momento histórico que se atrave­saba y que no permitía alteraciones, cambios ni reformas. De ese modo acostumbraban los go­biernos a aquietar a sus enemigos, reforzar transitoriamente sus posiciones y alargar un poco su vida. Esta consideración me infunde algún recelo respecto a la interpretación que se pueda dar a lo que voy a decir. Me anima, sin embargo, el hecho de ser bien visibles los ma­les y peligros presentes, y que mi llamamiento no tiene por objeto salvar a los hombres, a los grupos o a los partidos, sino a la Nación y sus intereses vitales en el orden material, en el or­den político y en el orden moral. Vivimos en Portugal una pequeña parte del drama del mundo. Se quebró hace mucho tiem­po la unidad moral de las naciones; concluye­ron los años de sereno progreso, de gobiernos estables, de vida reglamentada, satisfecha y pacífica.

Concepciones filosóficas, enterradas hace tiempo, tornan a un primer plano, con as­pectos nuevos, pretendiendo resolver los más arduos problemas; en medio de las dificultades de todo orden, los hombres se sienten oprimi­dos en el círculo de hierro de sus verdades tra­dicionales y de sus viejos errores, perdiendo la fe en las primeras, y comenzando otra vez a no renegar de los segundos. Las transformaciones por las cuales atraviesa la vida económica van suscitando paralelamente cuestiones y dificulta­des en el orden social. Esas transformaciones y esas concepciones diferentes de la vida buscan su expresión o su correspondencia en el campo político y en la organización de los Estados. Presenciamos la caída de instituciones que no hace mucho tiempo estaban en pleno favor, o contemplamos su funcionamiento difícil, preca­rio, intermitente, bajo la presión de nuevas ne­cesidades no satisfechas y de vagas aspiracio­nes que procuran definirse. Como siempre ocurre en estas virazones de la historia, unos, alucinados por la fascinación de la novedad y olvidados de la antigüedad del mundo, donde tantas cosas se han experimen­tado ya, niegan todo valor al presente y al pa­sado, y quieren construir un mundo entera­mente nuevo, mezcla incongruente de propósi­tos generosos, cándida inexperiencia y senti­mientos regresivos de baja animalidad humana; otros, enquistados en las posiciones e ideas adquiridas y en los prejuicios de «su tiempo», ven en todo lo que el porvenir trae en su seno, errores, crímenes y desgracias, y se oponen te­nazmente a toda renovación o reforma, porque las ideas e instituciones en que se criaron y vi­vieron tienen para ellos la belleza y la virtud de las verdades eternas.

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Para leer el discurso completo haga click sobre la imagen del gran estadista lusitano.

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