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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

8 de junio de 2009

8 de Junio, San Medardo, Obispo y Confesor






an Medardo es un santo merovingio. Un santo de aquella Francia recién convertida al catolicismo por obra del obispo San Remigio, que hizo bautizar en Reims a Clodoveo, bárbaro sicambro.

San Remigio conocía bien a su regio catecúmeno, y, después de prepararle concienzudamente cuanto daba de si la rudeza del belicoso monarca, organizó toda una fiesta en la catedral de Reims. La oportunidad lo demandaba. Tapices, colgaduras, cruces gemadas, lámparas en los intercolumnios, reflejos dorados de los mosaicos, melodías de clérigos y chantres, aclamaciones de los fieles.

Clodoveo se sintió conmovido, transportado. Hombre de guerras y torneos, no conocía las bellezas del culto cristiano.

—Padre —exclamó al penetrar en la basílica deslumbrante—, ¿es esto el cielo de que me tenéis hablado?

—No, hijo —respondió el obispo—, esto es solamente la antesala del cielo.

Esta anécdota nos sirve muy bien para introducirnos en la vida de un santo merovingio. Con aquellos pueblos francos, regidos por Meroveo, que habían estado al servicio de la Roma imperial, a la cual prestaron buena ayuda en la derrota de Atila el año 451, había que proceder así, con suavidad y energía, como con niños grandes, deslumbrándoles con algo que ellos no poseían: tradición y cultura.
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