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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

2 de junio de 2009

El comunismo en la Revolución anticristiana (7 y último)




por el R.P. Julio Meinvielle

APÉNDICE II



UBICACIÓN EXACTA DE LA DÉCADA DEL 70 EN LA REVOLUCIÓN ANTICRISTIANA





ara situar con exactitud al comunismo hay que, ubicarlo en el contexto de la Revolución anticristiana, como lo hacemos en el presente ensayo. Decimos que es la última etapa de esta Revolución, y ello exige que aclaremos varios puntos.

Sea el primero: ¿por qué nos empeñamos en sostener que es la última etapa y rechazamos la posibilidad de que sobrevenga una etapa de mayor degradación? En el comunismo, en realidad, no queda ya densidad cultural o humana sobre la cual se pueda operar una mayor degradación.

Agotado el “homo religiosus” queda la densidad cultural del “homo naturalis”: agotado el “homo naturalis”, queda la densidad del “homo animalis”; agotado el “horno animalis”, queda la densidad cultural del “homo materialis”, pero agotado éste ya no queda densidad posible.
La humanidad, dentro de las condiciones espacio-temporales de la materia, queda entonces disponible para dos variantes: la una, para una materia puramente informe y sin ninguna estructura, como podría ser la del hombre que involuciona en la selva en un estado de aislamiento y soledad que no alcanza la vida de la tribu. Pero, dado el crecimiento vegetativo la humanidad no creemos esta hipótesis posible. Menos posible aún la involución a un estado anárquico y selvático de las muchedumbres que habitan en los grandes centros de la población del mundo. Por eso no vemos viable sino la otra variante, la de que el “homo materialis” constituido en muchedumbre reciba por el rigor de la fuerza una estructura artificial que lo reconduzca a un mecanismo que provea sus necesidades elementales de comer, crecer, divertirse y morir.

Dadas las condiciones de densidad de población y del grado de “civilización” que ha alcanzado la vida humana sobre la Tierra, no queda lugar sino para una humanidad comunista. Ya el hombre, por sus propias fuerzas naturales y si no se produce un milagro, no podrá volver atrás y realizar, aunque sea en variantes nuevas, el liberalismo, el naturalismo y muchos menos la ciudad católica.

Pero no; la gran razón de la historia es la metahistoria. La gran razón de la humanidad es la Iglesia, y es Cristo. La historia gira en torno de la Iglesia de Cristo. El comunismo también se mueve en torno de Cristo, como todo mal que en definitiva coopera para el bien de los elegidos. Por ello, sería un error estudiar al comunismo y su trayectoria como si la ciudad católica no tuviera nada que ver con él. El comunismo se ha de extender y ha de dominar al mundo en la medida en que lo requiera la etapa de purificación de los pueblos que Dios está operando por su medio. El gran hecho que da significación y razón de ser a los pueblos es su evangelización. Y en el momento actual estamos todavía en la evangelización de los pueblos paganos. Sólo cuando los pueblos paganos entren en la Iglesia volverá la fe cristiana al pueblo judío. Y éste es el acontecimiento que se está preparando: la plenitud de los pueblos paganos en la Iglesia. Lo que San Pablo llama plenitudo gentium. Cuando la plenitud de los pueblos paganos entrare en la Iglesia, entonces todo Israel será salvo (San Pablo, Romanos, 11, 26). Israel no ha sido todo salvo, sino que una parte se ha enceguecido a la luz de la fe y endurecido al amor cristiano, hasta que entrare la plenitud de las naciones (Ibid. 11, 25). Estamos ahora en el filo mismo de los acontecimientos. Por eso el furor y la rabia de la judería universal contra el mundo pagano, a punto de entrar en plenitud en el cristianismo. Porque ésa es la única preocupación de los judíos: impedir que se hable a los gentiles y se procure su salvación (San Pablo, I a Tesalonicenses, 2, 16). Y a pesar de que los judíos están empleando todos los medios de comunicación contra la cristianización de los pueblos, éstos están a punto de escapárseles de la mano y de entrar en plenitud en la Iglesia.
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