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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

1 de junio de 2009

Evolución y transformismo



Por el Dr. Enrique Díaz Araujo

Tomado de Evolución y Evolucionismo
Ediciones Oikos, 1982



a sucesión geológica de los seres constituye, en verdad, una evolución, ya que los cuerpos del mismo tipo, y, en consecuencia, relacionables al menos ideal­mente, se manifiestan sucesivamente bajo formas dife­rentes. Pero esta evolución es totalmente distinta del transformismo, porque el punto de partida de sus diver­sas fases no se encuentra en las formas vivientes, las cuales se presentan aisladas desde su aparición y ter­minales, sino en gérmenes teóricamente ligados a las ramas precedentes cuyo desarrollo no es simultáneo al de ellas, sino que espera su hora y sigue luego caminos diferentes... Hay una evolución indudable, sucesivos cambios jalonando la historia del mundo, como los que jalonan la formación de un individuo, pero esta evolu­ción no es el resultado de un transformismo mecanicista sino la realización de ideas creadoras, realización lle­vada a cabo con el concurso de una infinidad de factores diversos, entre los cuales aquellos del transformismo mecanicista no tienen sino una ínfima parte. El transfor­mismo, en cuanto teoría mecanicista, es absolutamente incapaz de explicar la formación del mundo viviente. Puede sólo explicar las diversificaciones secundarias de los tipos formales, pero no el origen de estos últimos, ni, lo que es más, el origen de los tipos de organización. El término «creación», descartado del lenguaje biológico, debe recuperar su lugar, al menos para marcar el hecho indudable de que el mundo nos es dado como un conjun­to coordinado y, en consecuencia, querido, en cualquier estadio y en cualquier parte que se considere. El término «transformismo» debe ser abandonado porque designa una teoría cuya impotencia para dar lo que se le pide es manifiesta" (1).

Estas consideraciones, que colocamos a modo de in­troducción, pertenecen al gran biólogo francés Louís Vialleton. Con ellas el famoso sabio de Montpellier —antes de los aportes de la genética macromolecular, del cálculo de probabilidades y de diversos descubri­mientos arqueológicos y paleontológicos contemporá­neos que contradicen.al evolucionismo— enfrentaba los dos extremos de la cuestión biológica: evolución y trans­formismo. Pero además el insigne académico —en épo­cas de auge evolucionista— convocaba a la restauración de la noción de creación y reasumía el fecundo concepto agustiniano de las razones seminales. Por todo ello estimamos como justo homenaje a su inmensa labor esclarecedora poner sus ideas por delante en esta exposición.

Precisamente lo que Vialleton redescubría en 1929 permitiría a la ciencia actual desenmarañar la equívoca madeja de confusiones lingüísticas y conceptuales en que se sumió el mundo cultural occidental desde 1863, digamos, para poner una fecha; es decir, desde que Thomas Henry Huxley procedió a publicar su artículo sobre la voz "evolution" en la Encyclopedia Británica.
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