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Fragmento de Notre charge apostolique. S.S San Pío X (1910)
"No, Venerables Hermanos -preciso es reconocerlo enérgicamente en estos tiempos de anarquía social e intelectual en que todos sientan plaza de doctores y legisladores-, no se edificará la ciudad de modo distinto de como Dios la edificó; no se edificará la ciudad si la Iglesia no pone los cimientos y dirige los trabajos; no, la civilización no está por inventar ni la "ciudad" nueva por edificarse en las nubes. Ha existido y existe; es la civilización cristiana, es la "ciudad" católica. No se trata más que de establecerla y restaurarla sin cesar sobre sus fundamentos naturales y divinos contra los ataques, siempre renovados, de la utopía malsana, de la rebeldía y de la impiedad: Omnia instaurare in Christo."

22 de junio de 2009

El resto que se joda




por Juan Manuel de Prada


Tomado de ABC





olicitaba ayer el maestro Burgos, entre coñón y poseído por una santa ira, un ERE para el Gobierno y para la hipertrofia administrativa que padecemos. Pero contra los arrebatos de santa ira tenemos la «doctrina Pinto», que acaba de establecer el alcalde socialista de esta localidad madrileña, Juan José Martín, quien ante la subida de la gasolina soltó esta sentencia, digna de ser cincelada en mármol:
-A mí me da igual. Yo tengo coche oficial, así que el resto que se joda.

¿Y quiénes son el resto? Pues el resto somos los paganos de la subida de la gasolina, o sea, los «tontos de los cojones», en otra afortunada acuñación municipal. Nos venden la moto (averiada) de que la subida de los impuestos indirectos se hace para mitigar las estrecheces de los desempleados (como si los desempleados no fumaran o no se desplazaran en automóvil), cuando de lo que se trata es de mantener el tinglado de los gastos suntuarios que los partidos políticos han montado. Cuando hablamos de hipertrofia administrativa solemos invocar el número desmedido de funcionarios que se abastecen del Presupuesto, pero solemos olvidar la razón última de esa hipertrofia, que no es la otra que la creación constante de «altos cargos» superfluos, para mantener empleados a los militantes y afines de los partidos políticos, todos ellos dotados de coche oficial a cargo de los tontos de los cojones, teléfono móvil a cargo de los tontos de los cojones, dietas y prebendas a cargo de los tontos de los cojones, hasta completar un mapa de expolios en continua expansión donde a los tontos de los cojones no les queda otra salida sino rabiar y joderse.
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