por Augusto Del Noce
Tomado de Multiespacio Cultural EL CAMINO
s una cosa palpable y aceptada por todos, y un hecho del que se debería tomar conciencia como de una realidad irreversible, que el sentimiento del pudor se ha modificado notablemente en los últimos años; de tal manera que hoy el hombre medio, es decir el normal (ni nostálgico ni neurótico) acepta, sin reacciones morales, manifestaciones de sensualidad ni siquiera concebibles hace algunos años. De aquí brota el hecho de que los códigos se acomoden a las nuevas costumbres, puesto que ha cambiado la noción misma de obscenidad: las costumbres, las maneras de vestir y las modas han cambiado, aunque la noción formal de moralidad sigue siendo invariable.
Comparten este punto de vista muchos católicos persuadidos de que, en una época en que el hombre ha logrado dominar y utilizar en provecho propio las fuerzas de la naturaleza y en la que los milagros tecnológicos permiten un bienestar cada vez más amplio y difundido, el antiguo ideal de conducta ascética y de mortificación debe darse por perdido. Es ésta una sencilla aunque no agradable observación.
A veces casi siento envidia de los no creyentes: ¿Cuántos argumentos puede proporcionar la historia de hoy para convencerse de que los católicos son una especie mentalmente inferior?. Es impresionante su afán por acomodarse al juicio que los laicos racionalistas pronuncian sobre el catolicismo.
Basta, en efecto, la consideración más elemental para comprender que estamos ante un fenómeno que pretende eliminar el sentimiento del pudor. Cuando se asegura –y es lo más corriente- que no hay ni una sola palabra del diccionario que no se pueda pronunciar, ni una parte del cuerpo que no pueda ser expuesta al público, con tal que no ofenda la sensibilidad estética… no se trata de variaciones del sentido ordinario del pudor, hay una condena en cierto modo moral del pudor como anormal. Se habla de revolución sexual… para designar algo más moderado y sencillo: la “integración plena del sexo en la vida humana” de la cual hablan algunos teólogos en términos mal definidos e imprecisos, sembrando el confusionismo con esta benévola interpretación”.
(El erotismo a la conquista de la sociedad, en “La escalada del erotismo”, Ediciones Palabra, Madrid, 1977, pp.41-42)
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