por Josef Pieper
Tomado de Centro Pieper
«La gloria de la fortaleza depende de la justicia» (Summa theologica, 2-2, 123, 12 ad 3)
II. Dispuesto a Caer
La fortaleza supone vulnerabilidad
a fortaleza supone vulnerabilidad; sin vulnerabilidad no se daría ni la posibilidad misma de la fortaleza. En la medida en que no es vulnerable, está vedado al ángel participar de esta virtud. Ser fuerte o valiente no significa sino esto: poder recibir una herida. Si el hombre puede ser fuerte, es porque es esencialmente vulnerable.
Por herida se entiende aquí toda agresión, contraria a la voluntad, que pueda sufrir la integridad natural, toda lesión del ser que descansa en sí mismo, todo aquello que, aconteciendo en y con nosotros, sucede en contra de nuestra voluntad. En suma: todo cuanto es de alguna manera negativo, cuanto acarrea daño y dolor, cuanto inquieta y oprime.
Relación implícita con la muerte
Pero la más grave y honda de todas las heridas es la muerte. Hasta las heridas no mortales son imágenes de la muerte; esta lesión extrema, este último «no» extiende la esfera de su influjo a toda negación penúltima, en la que vislumbramos como un reflejo suyo.
De este modo la fortaleza está siempre referida a la muerte, a la que ni un instante cesa de mirar cara a cara. Ser fuerte es, en el fondo, estar dispuesto a morir. O dicho con más exactitud: estar dispuesto a caer, si por caer entendemos morir en el combate.
Toda herida del ser natural entraña la referencia a la muerte. Todo acto de fortaleza se nutre así de la disposición a morir como de su raíz más profunda, por distante que un tal acto pueda parecer, visto desde fuera, del pensamiento de la muerte. Una «fortaleza» que no descienda hasta las profundidades del estar dispuesto a caer está podrida de raíz y falta de auténtica eficacia.
.............................................................................
Leer más...
0 comentarios:
Publicar un comentario