Apóstol de Jesucristo y principal propagador del Cristianismo, que tuvo una participación decisiva en la expansión de la Iglesia, desde el momento de su conversión. — Fiesta: 30 de junio. Misa propia.
Saulo, el futuro San Pablo, nacido en Tarso de Cilicia, hacia el año 8 de la Era Cristiana, pertenecía a una familia judía de la diáspora o dispersión y, como tal, estaba sólidamente formado en la Ley judaica. Pronto pasó Saulo a Jerusalén, a completar su educación rabínica, y su maestro fue el más autorizado rabino de entonces, Gamaliel el Viejo. Su gran talento le afianzó rápidamente en los principios de la Ley antigua, que cita constantemente de memoria y con gran exactitud. Su carácter impetuoso le lanza a un fanatismo exagerado, en legítima defensa de la Ley y tradiciones ancestrales.
En las sinagogas de Cilicia debió de conocer la doctrina de la nueva fe cristiana, por la predicación de San Esteban, y su celo e impetuosidad le llevaron a unirse a los perseguidores de ello, convencido de que defendía la causa de Dios.
«Yo perseguí de muerte —nos dice él mismo— a los seguidores de esta nueva doctrina, aprisionando y metiendo en la cárcel a hombres y mujeres».
Y cuando estalló el motín que costó la vida a San Esteban, Pablo evidentemente tomó parte activa en él, ya que los verdugos dejan las vestiduras ante sus ojos: «Y depositaron las vestiduras delante de un mancebo llamado Saulo», leemos en los «Hechos de los Apóstoles».
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