DISCURSOS célebres, fundadores de una nueva época, ha habido unos cuantos a lo largo de la historia. El más famoso de todos ellos lo pronunció Jesús y se conoce como Sermón de la Montaña; en el cual se contienen, por cierto, muchas más cosas que las ocho Bienaventuranzas. Está también el discurso fúnebre de Pericles recogido por Tucídides en su «Historia de la guerra del Peloponeso»; está el discurso de Lincoln en Gettysburg, que los niños americanos aprenden de memoria en la escuela; y está el discurso que Churchill pronunció en la Cámara de los Comunes, en el que sólo prometía a los ingleses «sangre, sudor y lágrimas».
Pero el discurso más célebre del momento, el discurso que tiene a la derecha española alborozada o mohína -y, en conclusión, meningítica perdida- es el que pronunció Esperanza Aguirre en el Foro de ABC hace unos días. ¿Y cuál es el busilis de ese discurso, que tanta tremolina ha levantado entre los escoliastas? Pues el busilis de ese discurso es la apología del liberalismo.
Pero el discurso más célebre del momento, el discurso que tiene a la derecha española alborozada o mohína -y, en conclusión, meningítica perdida- es el que pronunció Esperanza Aguirre en el Foro de ABC hace unos días. ¿Y cuál es el busilis de ese discurso, que tanta tremolina ha levantado entre los escoliastas? Pues el busilis de ese discurso es la apología del liberalismo.
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