por Jaime Boffil Boffil
«Se parte siempre de la hipótesis del materialismo, y los hombres más sensatos se entregan a menudo a la corriente sin darse cuenta de ello. Si este mundo lo es todo y el otro nada, bien está que se oriente todo hacia el primero y nada hacia el segundo. Pero si la verdad es todo lo contrario, entonces es necesario también adoptar la orientación contraria.» J. De Maistre
La ciudad de Dios y la ciudad del Mundo,
dos lógicas en oposición ante el fallo de Pío IX
Dos concepciones del hombre y de la vida se hallan frente a frente: la concepción sostenida por la Iglesia y la sostenida por la moderna civilización.
La Iglesia, Ciudad de Dios, con una lógica exacta»{1}, que sus enemigos reconocen y que sus hijos admiran como signo que es de la mano y de la asistencia divina, ha ido desarrollando –es decir, poniendo en luz cada vez más clara– el depósito dogmático que su Fundador le ha confiado.
Paralelamente, la Ciudad del Mundo, con una lógica no menor, y que revela asimismo la mano de su Príncipe, desarrolla por su parte los principios de la Revolución.
Entre una y otra concepción, media un abismo infranqueable{2}. Ni la astucia de la Ciudad segunda ni la caridad de la primera pueden disimularlo. Por esto, el tercer partido, que cree todavía posible echar un puente sobre sus riberas, ve fracasar irremisiblemente todos sus esfuerzos.
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