por Álvaro Fernández Texeira-Nunes
La intolerancia de los tolerantes, es fruto de la extrema tolerancia de los supuestos intolerantes. Porque quienes somos acusados de tales, hemos cedido terreno sin preocuparnos de enfrentarlos en el plano ideológico, donde con la verdad, con la razón, y el apoyo de la ciencia, tenemos todas las de ganar
La tolerancia parece ser uno de los valores más cotizados en el mercado de la posmodernidad. En una época donde el relativismo ético se impone con una fuerza tan brutal como embrutecedora, la tolerancia -gran paradoja- parece ser el bien absoluto que debe buscarse y defenderse a toda costa. Siempre y cuando el sujeto de la tolerancia, sea "políticamente correcto"…
En la teoría, todo se puede tolerar; en la práctica, no se tolera que se pongan límites a la "libertad". Todo se puede tolerar, siempre y cuando no se critique el mal uso -el abuso- de la democracia. Todo se puede tolerar, pero se discrimina a las familias numerosas, a los que no siguen las normas contraceptivas "socialmente aceptadas", a los que se empeñan por vivir la castidad, o formar una familia basada en los valores tradicionales. Todo se tolera, salvo aquello que los tolerantes no están dispuestos a tolerar.
No se tolera el orden, ni la autoridad, ni la jerarquía, ni nada que ponga obstáculos a la "libertad". Todos gritan a coro que el valor absoluto a defender, es la "libertad"; y olvidan que ésta, para ser verdadera, debe estar cimentada en la Verdad, y ordenada al Bien. No se toleran las críticas al laicismo -que no es lo mismo que laicidad-. Los liberales y "librepensadores", los ateos, los agnósticos, los marxistas y los anticristianos de cualquier signo, se han confabulado para imponer el relativismo moral en la educación, rebajando la verdad en nombre de una falsa libertad.
Tomado de Revista Arbil.
Para leer el artículo completo haga click en el enlace (en rojo).
En la teoría, todo se puede tolerar; en la práctica, no se tolera que se pongan límites a la "libertad". Todo se puede tolerar, siempre y cuando no se critique el mal uso -el abuso- de la democracia. Todo se puede tolerar, pero se discrimina a las familias numerosas, a los que no siguen las normas contraceptivas "socialmente aceptadas", a los que se empeñan por vivir la castidad, o formar una familia basada en los valores tradicionales. Todo se tolera, salvo aquello que los tolerantes no están dispuestos a tolerar.
No se tolera el orden, ni la autoridad, ni la jerarquía, ni nada que ponga obstáculos a la "libertad". Todos gritan a coro que el valor absoluto a defender, es la "libertad"; y olvidan que ésta, para ser verdadera, debe estar cimentada en la Verdad, y ordenada al Bien. No se toleran las críticas al laicismo -que no es lo mismo que laicidad-. Los liberales y "librepensadores", los ateos, los agnósticos, los marxistas y los anticristianos de cualquier signo, se han confabulado para imponer el relativismo moral en la educación, rebajando la verdad en nombre de una falsa libertad.
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